Historias Patagonicas
Francisco
N. Juárez
fnjuarez@interlink.com.ar
Fuente: Diario de Rio Negro
Trifulca de Sheffield y Williams en Ñorquinco
Los norteamericanos se embriagaron y se tomaron a golpes, pero juntos cometieron atropellos contra terceros. El más violento, Williams, escapó, volvió cinco años más tarde y allí mató de un balazo en un ojo al británico tendero del comerciante Agustín Pujol.
Martín Sheffield -1899- cuando alborotó Ñorquinco con una gran trifulca
Hace 104 años, el 24 de enero
de 1899, Juan J. Milher, Juez de Paz de la colonia 16 de Octubre, levantó un
acta en Ñorquinco sobre la denuncia de la vecina Rosa Amelia Muñoz,
dependiente del hacendado Ciro Marcus: los atropellos cometidos por dos
norteamericanos pendencieros. El relato consumió al juez Milher los folios 139
y 140 y una copia manuscrita abrió el expediente 39 del legajo 7 de sumarios
del Chubut. El polémico comisario Eduardo Humphreys actuó sólo a instancias
del juez de paz. No había comisario en Ñorquinco cuando la denunciante escapó
de la trifulca y tras largo viaje dejó un mensaje de auxilio en la lejana
estancia Fofo-Cahuel. Como no tuvo eco se presentó al juez.
Las malas juntas
No era un "bandido yanqui" ni un cow-boy fuera de la ley. En los Andes
patagónicos, a fines del siglo XIX, a Martín Sheffield se lo conocía como un
rebelde joven, cazador y buscador de oro, buen jinete y domador, "bien
parecido" y tocado por una cuidada barba a la sombra de su aludo sombrero.
De andar rítmico -que hamacaba su Colt a la cintura- o sigiloso de a caballo
-siempre tordillo-, armado a Winchester (como posó para la fotografía que
ilustra esta página), solía tentarse hacia picardías y era el alborotador de
toda juerga. Proclive a las bravuconadas y a las apuestas basadas en su puntería,
caía en "las malas juntas". Su talismán era una estrella de sheriff
por la que presumía un pasado "dentro de la ley". Más que sus armas,
los pingos y los perros falderos, esa estrella fue su tesoro que, presintiendo
su muerte (en 1932), cedió a su hija mayor (últimamente la detentaba un
familiar residente en Bariloche).
Tres décadas atrás fotografié esa estrella policial de Texas prendida en el
pecho de María Sheffield -la primogénita de Martín- cuando la entrevisté en
el valle del Azul, próximo a El Bolsón y ella me vendió el último rifle de
caza de su andariego padre. Ocurrió inmediatamente después que depositó unas
flores en la tumba de su madre, la aborigen María de los Santos Pichún, en el
cementerio de El Bolsón: había muerto poco tiempo atrás ya que sobrevivió
varias décadas viuda del norteamericano.
Sheffield todavía era soltero cuando hizo la mala junta con Charles H.
Williams, un buen buscador de oro pero de malos antecedentes y una precipitada
salida de los Estados Unidos para evitar rendir cuentas. Cuando los dos
norteamericanos bajaron de su Klondike lugareño, armados y con las maletas de
Williams mortificando los costillares de un pilchero (preveía un largo viaje),
las pepitas de oro -en pequeños frascos que llevaban en el bolsillo de sus
respectivas camisas- tintineaban como para presagiar una inmediata libación y
juerga tormentosa. Hacía cinco años que Sheffield esperaba la aprobación
-nunca lograda- a su formal petitorio del 28 de marzo de 1894 ante las
autoridades del Chubut para catear un terreno aurífero sobre el arroyo Lepá.
La indolencia de los burócratas solía empujar a ciertos recurrentes a caer en
la vida furtiva y por esa razón, entre otras, la distante Patagonia se poblaba
de perfiles temibles.
Esa tarde del 15 de enero de 1899, el raleado caserío que era Ñorquinco parecía
un pueblito fantasma. Ya funcionaba la tienda de ramos generales del acaudalado
comerciante Agustín Pujol, también con comercio en Gastre, mitad de camino
donde atender a viajeros de a caballo o de caravanas de carros que trillaban el
sendero entre Puerto Madryn y las cordilleras, a donde se llegaba previo paso
por la estancia Fofo-Cahuel de los ingleses.
El Ñorquinco rionegrino -por diferenciarlo del neuquino o del Ñorquín, también
de Neuquén, como solían confundirlos los diarios porteños- tenía boliche
pero carecía de hotel. La gentileza vecinal de hospedar forasteros constituía
la solución para pasar la noche. Por entonces, los vecinos más sólidos -y con
mejor cama- eran Agustín Pujol, ya aludido, y Ciro Marcus, hacendado. También
se recurría a Hernán Krausse, Higinio Arancibia, Pascual Zabalera, Manuel
Zabalza y Juan Meli. Eran los más prestigiosos por lo menos hasta 1903 en que
llegó el telégrafo y M. Espinoza fue el encumbrado jefe de la oficina; o bien
hasta que Severiano Britos logró ser comisario, cuando lo agasajó el
gobernador Julio B. Lezana del Chubut en su gira de 1904. El paso de ese
gobernador por Ñorquinco (el 18 de febrero de ese año, día de gran agitación)
fue un paréntesis en su marcha al Nahuel Huapí, belleza también fuera de su
jurisdicción -como Ñorquinco- pero imperdible. Lo acompañaron el aludido
Brito, Agustín Pujol, Hernán Krausse, Julián Vicente, Carlos Foresti y el
salesiano padre Mignone.
Se desata el drama
Pero aquel crepúsculo en que Sheffield y Williams se emborracharon
copiosamente, el martes 15 de abril de 1899, Ñorquinco tuvo otro tipo de
alboroto. Los dos norteamericanos, discutieron, pelearon, pero enfilaron para lo
de Ciro Marcus, ausente de la casa. Entraron -de todos modos- con prepotencia
para hospedarse a pesar de la oposición de Rosa Melia Muñoz. Esta empleada sabía
que nada de lo que hicieran esos prepotentes alcoholizados en las próximas
horas sería honroso, pero aceptó guardar un sombrero aludo y la medalla de
sheriff que le dio Sheffield (le encargó le hiciera fundir una estrella igual a
la que le entregó, quizás para que la luciera su compinche) mientras que
Williams le encargó guardar su sombrero y un revólver fuera de uso. Enseguida
los norteamericanos volvieron a beber y se trenzaron a los bofetones, trompadas
y puntapiés.
La reyerta se calmó entre alcoholes y sueño. Sheffield se fue a la cama.
Charles Williams, molesto, montó a caballo y partió a hospedarse a lo Pujol.
Nadie podía calcular que ese mismo Williams, cinco años después, en el mismo
lugar, mataría al dependiente de la tienda de Pujol de un balazo en un ojo.
Pero esta vez estaba menos desesperado, aunque durmió poco, se levantó
temprano y volvió a lo Ciro Marcus. Eran las 10 de la mañana del 16 -según el
sumario- cuando hizo un disparo al aire antes de desmontar (lo que prueba que el
alcohol todavía le dominaba) y muy pronto desataría la reyerta criminal.
Sheffield dormía poco antes que Manuel Pichilef, el ovejero chileno de Ciro
Marcus -de 38 años, soltero- decidiera salir de "las casas" para ver
la majada. Se preparaba para hacerlo cuando Williams y Sheffield ya estaban en
la cocina. Cuando volvió al mediodía, como lo contó luego en el sumario,
"Sheffield me preguntó por su sombrero y como le contesté que no sabía
nada... agarró un látigo y con el cabo me acometió a garrotazos...". En
la cocina también estaba la señora Muñoz, que amenazada por Sheffield, huyó.
El ovejero de Marcus, ante semejante golpiza, corrió a la puerta pero allí le
esperaba Williams que también lo golpeó. Luego agarró un hacha (de 15 centímetros
de filo) y alcanzó a darle un golpe que le abrió una herida en la espalda
mientras corría. Pichilef siguió su carrera herido y se desbarrancó por un
arroyo donde quedó escondido. Luego escuchó cómo lo buscaban por un trigal
vecino, pero se fueron.
Cuando empezó la trifulca y la señora Muñoz escapó, tampoco estaba el
capataz chileno Francisco Guaiqui para ayudarla. Pichilef pasó toda la noche
del 16 hasta la 3 de la mañana en el arroyo y se volvió maltrecho "a las
casas" pero se tendió en una "ramada". No había amanecido el 17
de enero y ya la turbación alcohólica de los norteamericanos había pasado.
Volvieron en penumbras esa madrugada a lo de Marcus, tendieron una cama para el
herido y le hicieron la primera cura en la herida de la espalda. Esperaron el
amanecer y Williams montó a caballo y se fue. A las 8 lo hizo Sheffield hasta
lo de Pujol y regresó "diciendo que ese señor me daría todo lo que fuera
necesario para la herida y asistirme...", confesó más tarde Pichilef.
Sheffield partió para El Maitén. Quizás se vería a escondidas con Williams
mientras los buscaban para el sumario, antes que este último fugara a Chile.
Faltaba la actuación policial y el desarrollo del curioso sumario.
Curiosidades
• El 27 de enero de 1905 salió de Conesa para Choele Choel el vapor Sayhueque en el que viajaba el jefe de la escuadrilla comandante Irizar (cuestionado como toda la oficialidad que en 1892 se salvó del hundimiento de la Rosales pereciendo la marinería y que compensó su imagen con un salvataje antártico). La bajante del río parecía impedir la continuidad de a bordo.Sheffield, condenado a prisión o multa de $75
La sentencia fue firmada en Tecka el 14 de febrero de 1899 y el norteamericano -que aún daría mucho más que hablar en la región- debió agregar 25 pesos destinados a compensar a la golpeada víctima.
Martín Sheffield y su estrella Deputy Sheriff que lució en Norquinco en 1899
A
los norteamericanos Martín Sheffield y Charles Williams no les faltaron
problemas después de la paliza que -ebrios- le propinaron al aborigen chileno y
ovejero de la majada de Ciro Marcus en Ñorquinco, después de hospedarse sin
permiso, ante la ausencia del dueño de casa.
Ese 16 de enero de 1899 en que Manuel Pichilef pasó la noche maltrecho,
escondido en un arroyo y amaneció tumbado junto a un corral, le costaría 16 días
postrado, y a los golpeadores, una condena en el sumario de 24 páginas que se
salvó de las habituales destrucciones documentales. Williams lo abatió de un
hachazo en la espalda, afortunadamente leve. Arrepentidos y pasado su bochorno
alcohólico, los agresores lo curaron en la madrugada siguiente. Sheffield pagó
por adelantado al comerciante Agustín Pujol lo que el apaleado necesitara. Lo
dejó al cuidado de su compañera (al parecer en casa de un tal Donatti) y montó
a caballo hacia el Portezuelo y El Maitén.
La empleada de Marcus, Rosa Melia (por Amelia) Muñoz, que intercedió por
Pichilef cuando Sheffield comenzó a pegarle, aseguró que fue amenazada por éste
y corrió fuera de la casa. Volvió al día siguiente con los vecinos Hernán
Krausse e Higinio Arancibia.
El peón Francisco Guaiqui también huyó y no vio nada. Al regresar encontró
"tirado cerca de un corral" a Pichilef herido en espalda y cuello, y
una ventana de la casa había sido forzada. La mujer comprobó que faltaban
"2 calzoncillos, una camiseta de punto, un rebenque de señora, un tarro de
duraznos y otro de conservas", que evaluó en 24 pesos. Williams se pondría
en fuga trasandina o esperaría novedades escondido en Arroyo Las Minas (por la
probable y secreta visita de su compinche).
Estrella de sheriff
La Muñoz
partió dos días después de la trifulca (19 de enero) hasta la estancia
inglesa Fofo-Cahuel. Le dejó al contable un mensaje para el comisario del
Departamento. La actuación sumarial del hecho perpetrado en territorio de Río
Negro la hicieron funcionarios de Chubut. El juez de paz Juan J. Milher, que se
constituyó en Ñorquinco el 24 de enero, era de la chubutense Colonia -galesa-
16 de Octubre, y la declaraciones que tomó el comisario Eduardo Humphreys en el
sumario policial, mantienen el sello de su comisaría en el Territorio del
Chubut, aún la que le tomó a la señora Muñoz en Ñorquinco.
La Muñoz relató al juez el inicio de la pelea, su huida. Le entregó un revólver
descompuesto que Williams le dejó en custodia y avisó que quedaba "en su
poder una estrella al parecer de plata como de cinco centímetros con la
inscripción Deputy Sheriff y un sombrero", pertenencias de Sheffield
(joven en la foto de esta página, y su estrella, tal como la fotografié en
1971).
También le dijo al juez que Sheffield violó la ventana y la segunda noche
durmió junto a Williams y al herido.
Pichelef confesó que Williams fugó tras la segunda noche -con pilchero y
valijas- a Chile y Sheffield buscó en lo de Pujol medicamentos, hizo arreglos
para su cura y partió a El Maitén.
El 31 de enero de 1899 llegó la denuncia al comisario Eduardo Humphreys. Recién
el 6 de febrero se constituyó en Ñorquinco, interrogó a la denunciante -que
ratificó sus dichos- y a la víctima. Pichelef (chileno, ovejero de Ciro
Marcus, de 38 años, soltero) le dijo al comisario que los norteamericanos
estaban embriagados, ratificó lo demás y, por analfabeto, firmó el acta
Nicanor Vergara.
Francisco Guaiqui, peón de Ciro (o Cirus, como figura en su pedido de marca de
ganado) Marcus, dijo ser chileno, de 54 años y soltero. Intentó la primera
noche separar a los norteamericanos trabados a puñetazos, ratificó ante
Humphreys las generalidades de la denuncia y por él firmó el acta John H.
Davies.
En la misma jornada, y por falta de médico, Humphreys pidió por nota a los
vecinos Pascual Zabalza y Agustín Pujol que oportunamente reconocieran el
estado y gravedad del herido. Pero Pichilef había dejado la cama y marchó de a
caballo una distancia de 30 cuadras hasta lo de Marcus. Eso lo desmejoró. Aún
así Zabalza y Pujol lo hallaron casi curado porque "a nuestro parecer no
es de gravedad, estando las heridas de la cabeza completamente sanas y la que
presenta a la espalda por ser la mayor, está sin cicatrizar, creyendo que en
pocos días más (estará) completamente sano..." La nota no está fechada
y al mencionar la casa donde vieron al herido tacharon "Donatti" y
pusieron Marcus. Firmaron y remitieron el informe a Súnica, donde Humphreys
logró interrogar a Sheffield después de detenerlo. En la novena carilla del
expediente (que está mal foliado) figura con fecha 10 de febrero de 1899 el
interrogatorio al norteamericano.
Declara el cow-boy
Sheffield
dijo tener 31 años, ser soltero y hacendado. Ignoró todo lo que podía agravar
su situación y aseguró que fue el peón chileno el que en estado de embriaguez
lo abofeteó y también a Williams. Luego corrió hasta un trigal y volvió con
un garrote con el que atacó a Williams.
Su versión mostraba otra cara de la pelea pero no eludía la fiereza de
Williams con el hacha. Confirmó que este último había fugado a Chile
"por haber herido al indio" y señaló los arreglos con Pujol para
curarlo. "¿Pero por qué volvieron a lo de Marcus? ¿les había quedado
algo?" le preguntó Humphreys. Sheffield contestó que quedó "una
estrella de plata que le había prestado a la señora Muñoz para mandar a hacer
otra igual" y Williams había dejado "un sombrero, un revólver y sus
maletas".
Como el informe evidenciaba falta de gravedad, Humphreys elevó el sumario al
juez el 13 de febrero, y "habiéndose fugado Williams" sólo puso a
disposición a Sheffield. Lo recomendó como "un individuo muy provocativo
y reincidente en estos casos". El itinerante juez de paz Juan J. Milher se
declaró competente al día siguiente en Tecka, hizo ratificar allí a Sheffield
de sus dichos y con urgencia nada judicial produjo ese mismo día la sentencia.
Por los hechos que motivaban la causa y por ser "un individuo provocativo y
reincidente de prisión, condeno a Martín Sheffield a sufrir quince días de
prisión o 75 pesos de multa más 25 pesos que pagará al ofendido Pichilefo
(sic)...". A Williams lo condenó en ausencia -a doble prisión y pagas- y
les prohibió volver a la casa de Ciro Marcus "bajo pena de 50 pesos cada
vez que lo verifiquen".
Sheffield se notificó con su ampulosa rúbrica en Tecka y al día siguiente pagó
allí la multa de 75 pesos y la compensación a Pichilef de 25. Se sabe que la
multa llegó a las arcas del gobierno de Chubut por el acuse de recibo suscripto
en Rawson por Ithel Berwyn el 27 abril siguiente, y porque los 75 pesos
ingresados al arca territorial se destinaron al "fondo de Puentes y
Caminos".
Lo que nunca podrá comprobarse es si los 25 pesos le llegaron alguna vez al
pobre Pichilef. La duda más benévola hace pensar que no sucedió jamás:
Sheffield pagó los 25 pesos en Tecka el 15 de febrero y el 17, en Súnica
Humphreys asentó: "En la fecha se hace entrega a Manuel Pichilef de 25
pesos pagado por M. Sheffield en cumplimiento...En este estado Manuel Pichelef
manifiesta no saber firmar y pide al señor Humphreys que lo haga a su
ruego". Pichilef no estaba en Súnica, sino convaleciente en Ñorquinco.
Un dato para la historia burocrática: es posible que otro sumario por el mismo
tema haya corrido en Bariloche, ya que el 13 de julio de 1899 el juez letrado
del Chubut Manuel Pastor, ofició al juez "de igual clase de Bariloche
sobre competencia" para que le remitiera actuaciones respecto del incidente
Sheffield - Williams.
Curiosidades
* Los diarios porteños de hace un siglo historiaron las proezas de exploración del río Negro. Según el Tribuna del viernes 6 de febrero de 1903 sus colegas olvidaron "mencionar el viaje realizado en el año "79 (por 1879) en el vaporcito Triunfo por el hoy comodoro Enrique Howard, actual intendente de Marina, y el cual debe ser recordado como un estímulo a los oficiales de la Armada que lo hicieron. Ese vaporcito -agregaba la nota- fue el primero que remontó el río Negro hasta pocas leguas debajo de Fico-meno-có, hoy Fuerte Roca. A su paso por la costa de Choele Choel las fuerzas que allí se encontraban al mando del entonces coronel Villegas le presentaron las armas formadas en línea de batalla".Intentos para instalar una colonia norteamericana
El dentista y vicecónsul de los Estados Unidos George Newbery lideró en 1903 y 1904 la campaña para instalar una colonia de vaqueros del Viejo Oeste en la Patagonia. La polémica resonó en Ñorquinco y los diarios capitalinos tomaron partido en favor y en contra de este plan colonizador
Aviso como dentista del vicecónsul de Estados Unidos que propiciaba la colonia norteamericana.
Ñorquinco,
El Bolsón, Cushamen y Cholila se convulsionaron ante el anuncio de instalación
de una colonia norteamericana. El intento -finalmente frustrado- arrancó en
1903 y polemizaron pobladores, funcionarios y editores de diarios. Alcanzó su
punto crítico en Ñorquinco, Río Negro, cuando el gobernador del Chubut Julio
B. Lezana se instaló unos días en su gira de 1904. Allí escuchó a los
airados pobladores de la región contrarios a la "colonia yanqui".
Poco antes, el buscador de oro y vaquero Martín Sheffield cometió un par de
picardías y Charles Williams -que en 1899 aplicó un hachazo en los costillares
del peón chileno Pichilef- en 1904 cometió un asesinato. Así salpicaron a sus
connacionales pioneros y honrados, y sin proponérselo, ayudaron a sepultar el
plan colonizador.
Lideraba el proyecto el vicecónsul norteamericano George H. Newbery, dentista
neoyorquino de 47 años cuyo hermano mayor Ralph -de 55- llegó antes a Buenos
Aires y fue padre del héroe de la aviación nativa. También tuvo la primera
idea de poblar la Patagonia con vaqueros norteamericanos. Los pioneros de toda
nacionalidad que aguardaban la entrega de títulos de la Oficina de Tierras (en
Florida 725) presintieron que esta vez serían desalojados. Explotó la polémica,
los políticos diferenciaron sus enfoques del "gobernar es poblar" y
los diarios tomaron partido.
Dentaduras y dentelladas
Sólo la historia de la instalación en la Argentina de los dentistas
neoyorquinos Ralph Lamartine y George Harkness Newbery merecería un par de volúmenes
sobre su vida de dentistas itinerantes y autores de los primeros folletos en
Buenos Aires sobre odontología y postizos (el primero por Ralph en la imprenta
de M. Biedma en 1878 y el de George en 1899). En su huella están las pistas de
la pasión patagónica de los Newbery (Ralph murió el 25 de abril de 1906
buscando oro en Río Grande) y su vinculación con los norteamericanos -buenos y
malos- que pusieron rumbo sur.
Pero si se evoca la fechoría de los norteamericanos Martín Sheffield y Charles
Williams de enero de 1899 en Ñorquinco, el lugar parece estratégico: será el
escenario de la estridencia de los viejos pobladores de tierras fiscales, sin títulos
y legítimos enemigos de la propuesta por basar la Colonia Norteamericana (también
señalaban que muchos norteamericanos ya arribados dejaban mucho que desear).
Los diarios tomaron partido: La Prensa, a favor de la Colonia y La Nación de
los opositores. Duró meses.
En enero de 1903 el Ministerio de Agricultura puso en venta grandes extensiones
fiscales para ser pobladas con arreglo a la nueva ley agraria. El 11 de octubre
de ese año La Prensa criticó el criterio oficial de entrega de tierras en
pastoreo. Dijo La Prensa que sólo 59 leguas habían sido compradas por
pobladores o latifundistas -decía no saberlo bien- y aducía que las tierras
las rechazaban extranjeros con capital. "Varios inmigrantes del Oeste de
los Estados Unidos -puntualizó- han llegado con capital y resueltos a
radicarse... dedicándose a la cría de ganados" (LP no aludía -por
desconocerlo, claro- que así ya residían en Chubut tres sigilosos asaltantes
de bancos).
"Fueron al Chubut -continuaba el diario- y encontraron que las tierras
ofrecidas en venta por el gobierno no servían para el pastoreo y cuando
pidieron al Ministerio adquirir tierras libres en otros parajes, el ministro les
contestó que no había disponibles...". La nota señala que entonces los
vaqueros norteamericanos siguieron más al Oeste. En tono editorial puntualizó
que eran los que venían a traer riquezas (los tres que llegaron a Cholila con
30 mil dólares se llevaron una cantidad mayor en dos asaltos). Finalmente, La
Prensa advirtió que 6 norteamericanos "se encuentran en la Colonia Roca y
esperan medios de movilidad para ir a reunirse con sus compatriotas..."
El 1° de diciembre de ese mismo año La Prensa defendió no sólo a los
inmigrantes norteamericanos ya arribados sino a los "dispuestos a
trasladarse a esta República" con capitales. Y agregó que el "vicecónsul
de aquella nación en la Argentina, señor Newbery (por George) y el Sr. Hiran
Kribs han acudido al Gobierno en representación de sus compatriotas pidiendo se
les reserve y designe una zona de terreno como se ha hecho con los colonos boers
(afincados en Camarones)... Y como algunos de los norteamericanos ya están
ubicados" requerían las tierras que se extendían entre la inmensidad poseída
por la South American Land Co. Limited, la frontera con Chile, la colonia Nahuel
Huapi y la zona de lago Cholila", nada menos.
El lejano oeste
La reacción tardó hasta el 7 de enero de 1904 cuando La Nación publicó el
telegrama despachado el día anterior desde Ñorquinco. "Ha causado gran
sorpresa y disgusto entre los pobladores de esta región -decía el
corresponsal- un suelto publicado en un diario de la mañana de esa capital (La
Prensa) en diciembre próximo pasado, apoyando la petición de media docena de
familias norteamericanas que han solicitado al gobierno tierras en Cholila y El
Bolsón..." y argumentando estar despobladas. Sostenía el artículo que,
en cambio, allí había no menos de 84 familias pobladoras de diferentes
nacionalidades, incluso argentinos y que un año antes se habían dirigido al
Ministerio de Agricultura renovando el requerimiento de compra, la creación de
un pueblo y aludiendo a los sembrados y ganados que tenían. "Los vecinos
-ironizaba el corresponsal- creen que por lo menos se les tratará en iguales
condiciones que a los boers" que venían de una guerra adversa y se lo
acogió generosamente.
George Newbery entusiasmado con la colonia, obvió los consejos del agente
Pinkerton que había pasado pocos meses antes por Buenos Aires y advirtió sobre
la peligrosidad de algunos de esos "hacendados" norteamericanos).
Ignoraba, además, que Charles Williams estaba nuevamente "en zona"
(como se diría ahora). Williams zarandeaba lechos auríferos en los arroyos
tributarios del río Chubut. Guardaba un escondido rencor contra Guillermo
Brincke, el empleado de la tienda de Agustín Pujol. Por eso lo deseable era que
no bajara a Ñorquinco. Podía ser fatal.
Ya en septiembre del año 3 su compinche Martín Sheffield, nada criminal pero
burlón y camorrero, se hospedó en Ñorquinco y no dejó bien parados a los
norteamericanos.
La Nación publicó el 10 de septiembre de 1903 un telegrama del día anterior
despachado desde en aquella localidad que decía: "Anteayer fue detenido
por el comisario Brito, Martín Sheffield, norteamericano, de triste celebridad
por los continuos atropellos que ha hecho víctima a los vecinos de los
territorios de Río Negro y Chubut.
Los dos últimos hechos que motivaron su prisión -puntualizaba el matutino- son
un tiro disparado al vecino Martín Rojas cuyo proyectil le perforó la copa del
sombrero y una intimación, revólver en mano, hecha a don José Garza,
encargado de la casa de negocio de los señores Nicanor Fernández y Cía. en ésta
para que le entregara varias mercaderías. El detenido fue conducido hoy a
Rawson". La noticia concluía aludiendo la satisfacción vecinal por
librarse de "un individuo tan peligroso". En realidad, la mayoría de
esas "proezas" las emprendía Sheffield como desafíos para ganar
apuestas.
Apenas despuntó el año 1904 el gobernador del Chubut preparó su gira al
lejano Oeste (cordillerano). Por entonces simpatizaba con la idea de la
"colonia americana" como se la llamaba.
Varios diarios criticaron la gestión de gobierno de Lezana en los primeros días
de ese año y La Prensa del 9 de enero catalogó las críticas de sus colegas
como injustas. Dos días después replicó La Nación: "La gobernación del
Dr. Lezana va caracterizándose por la frecuencia de los abusos cometidos por
sus empleados". Después de la borrasca, el gobernador, su Jefe de Policía
Julio Fougere, el salesiano padre Mignone y comitiva, iniciaron el 21 de enero
una gira complicada.
Curiosidades
* Al final de esta semana pero de 1904 el comisario de Trelew, que se negaba a recibir la queja del jefe de tráfico del Ferrocarril del Chubut (Jones), se alteró al llegar ejemplares de La Nación de 5 de febrero. La noticia decía: "Noches pasadas el señor Jones... notó que le faltaba alfalfa en su chacra y siguiendo los rastros comprobó que dicho forraje era llevado a la comisaría de Trelew". Aclaraba que la negativa del comisario determinó la presentación de Jones ante el Juzgado Letrado.Gira, crimen y final de la colonia norteamericana
La
presión de los pobladores contra la nueva colonia obligó al gobernador del
Chubut a reclamar ante el gobierno central.
El asesinato que poco después cometió el norteamericano Charles Williams ayudó
a sepultar el plan colonizador.
Una familia norteamericana en un alto en el viaje por la Patagonia hacia la cordillera
Una
gira gubernamental en la Patagonia era, en 1904, una aventura de a caballo,
tramos en carruaje y noches de vigilia a la intemperie. La que emprendió por su
territorio el gobernador el Chubut Julio B. Lezana arrancó el 21 de enero de
ese año 4, y su primera etapa fue dedicada al sur de sus dominios. Luego siguió
hacia la cordillera. Los principales acompañantes fueron el Jefe de Policía
Julio Fougere y el salesiano padre Mignone. Cuatro días después se produjo una
discrepancia entre el gobernador y Fougere, porque Lezana quería mantener al
comisario Miranda de la Colonia Sarmiento, conocido por sus abusos.
La gira continuó y el 11 de febrero marchaban camino de Ñorquinco a la vez que
en Buenos Aires La Nación publicaba un telegrama de Rawson sobre la fuerte
impresión que causaron las críticas periodísticas respecto de la situación
del territorio "debido a la falta de tino del gobernador Lezana" y el
éxodo de pobladores.
Maquillaje sin colonia
El 13 de febrero a las 11 de la mañana llegó el gobernador y comitiva a Ñorquinco.
Doscientos pobladores y algunas autoridades locales mezclaron "aclamaciones
y vítores", según telegrafió el corresponsal de La Nación. La crónica
señalaba que el gobernador permanecería allí algunos días "para
recorrer los alrededores y conocer el Bolsón de Cholila (sic). Se muestra muy
satisfecho por no haber recibido en lo que va del recorrido, ninguna queja
contra sus subalternos". Pero debió escuchar la primera demanda de varios
vecinos que le solicitaron "interponga su valiosa influencia ante el
supremo gobierno para que éste respete los derechos de los antiguos pobladores,
o que sean preferidos a los que ahora vienen a poblar". Era el tema de la
colonia norteamericana que La Prensa del mismo día aludió pero sin eufemismos,
a pesar de defender la instalación de esos vaqueros. Señaló que los antiguos
pobladores pidieron que "no se conceda a los colonos norteamericanos la
concesión pedida de cincuenta leguas de tierra". Argumentaron que si eso
era posible, también lo era venderles tierras a quienes la poseen desde hace
muchos años y han adquirido lógico derecho de preferencia.
El clamor de los pobladores continuó y un día después La Prensa, que antes
había dedicado editoriales a favor de una colonia norteamericana en la
Patagonia que propiciaba el vicecónsul norteamericano George H. Newbery, cambió
de postura al mismo tiempo que lo hizo el gobernador. Consultado en Ñorquinco
el 14 de febrero (y publicado el 15), eligió la cautela. Lezana prefirió
sugerir que "antes de autorizarse la creación de la colonia norteamericana
y determinar su asiento, un empleado de la división de Tierras y colonias
inspeccione el Territorio y vea las cosas de cerca, pues hay mucho espacio donde
puede fundarse la colonia... sin que haya necesidad para ello de cometer una
injusticia con los de casa". El mismo día La Nación incluyó dos
telegramas que el gobernador Lezana despachó desde Ñorquinco. Uno para el
presidente Roca y el otro para el Ministro del Interior Joaquín V. González.
En el primero señaló que los vecinos de Ñorquinco, Bolsón, Cushamen y
Cholila, reunidos frente a él, le pidieron creara juzgados de paz en las
poblaciones señaladas y en los establecimientos de la Cía de Tierras (de los
ingleses, que esa semana le vendieron 4.000 capones al frigorífico de Bahía
Blanca). El telegrama puntualizaba que la comarca en cuestión tenía un radio
de 40 leguas de la "zona más poblada, más rica y de más porvenir de la
cordillera".
Junto a Lezana estaba con el fiel comisario de Ñorquinco, Severiano Britos, que
"todos desean que ocupe" el cargo de juez de paz y así lo propuso en
el telegrama. El dirigido al Ministro del Interior, aludió a las poblaciones,
la riqueza y futuro regional, sirvió para remarcar la antigüedad de
asentamiento de agricultores y hacendados del lugar, "alarmados con las
gestiones que hacen algunos norteamericanos para que se les conceda las
tierras...", a la vez que propuso el envío de un empleado de Tierras
(oficina de Agricultura) y advirtió no "cometer una injusticia con los de
casa". La Nación volvió sobre el tema el 19 de febrero (Lezana acababa de
visitar la escuela de Cushamen) y reiteró la presentación de lo pobladores al
ministro, dando como ya adjudicada la concesión por el Ministerio de
Agricultura a una empresa norteamericana y que "se espera la venida del
ministro Escalante, que veranea en Mar del Plata, para tratar el asunto en forma
equitativa".
El desquite, sin oro
Ni Ñorquinco ni Nahuel Huapi pertenecen, claro, al Chubut. Sin embargo Lezana,
su comitiva y los vecinos Severiano Britos, Herman Krausse, Julián Vicente,
Carlos Foresti y Agustín Pujol, marcharon el 18 de febrero rumbo al lago. El 21
navegaron en El Cóndor y visitaron Bariloche, Blest y el comercio de Jones. El
24, desde la estancia Maquinchao, el gerente de la estancias inglesas Francisco
Preston mandó un galopante chasqui hasta Pilcañú (sic) con un telegrama
dirigido al administrador Carlos Hacket con sede en Leleque para que
"busque un poco de vino en lo de Pujol, también una botella de
whisky" seguramente para agasajar el paso del gobernador y prometiendo
llevar "algunas cosas más" (un bote hasta el laguito cerca de Cholila
para paseo de las visitas).
El 29 de febrero -año bisiesto- Ñorquinco fue una fiesta: asadores bien
clavados y bebida abundante en el banquete de despedida al gobernador que salió
al día siguiente para El Bolsón y Cholila. La gira entró en una etapa
memorable.
La tradición oral sostiene que Charles Williams, el pendenciero buscador de oro
norteamericano, fue amenazado por el comerciante Pujol a través de su empleado
y Williams prometió vaciarle un ojo de un balazo. El 21 de abril de 1904
Williams bajó desde los arroyos auríferos hasta el comercio de Pujol, cuando
el barullo de la gira del gobernador se había acallado. Allí solía pagar sus
tragos con el oro pepeado, pero venía de tener pocos resultados. Necesitaba
provisiones y alcohol, para compensar la mala suerte. Iba por el desquite.
Lo que sucedió esa jornada lo contaron muchos días después los diarios
capitalinos. "Fue asesinado en esta localidad (por Ñorquinco) el empleado
del señor Pujol, Guillermo Brinch (sic) por Charles Williams, minero
norteamericano. El comisario Britos remitió al criminal a Rawson. El vecindario
está consternado, pues todos los años, desde 1902 se producen hechos de
sangre". La colonia norteamericana propuesta, también estaba herida de
muerte.
El juicio criminal se ventiló en Rawson, Chubut.
Una
gira gubernamental en la Patagonia era, en 1904, una aventura de a caballo,
tramos en carruaje y noches de vigilia a la intemperie. La que emprendió por su
territorio el gobernador el Chubut Julio B. Lezana arrancó el 21 de enero de
ese año 4, y su primera etapa fue dedicada al sur de sus dominios. Luego siguió
hacia la cordillera. Los principales acompañantes fueron el Jefe de Policía
Julio Fougere y el salesiano padre Mignone. Cuatro días después se produjo una
discrepancia entre el gobernador y Fougere, porque Lezana quería mantener al
comisario Miranda de la Colonia Sarmiento, conocido por sus abusos.
La gira continuó y el 11 de febrero marchaban camino de Ñorquinco a la vez que
en Buenos Aires La Nación publicaba un telegrama de Rawson sobre la fuerte
impresión que causaron las críticas periodísticas respecto de la situación
del territorio "debido a la falta de tino del gobernador Lezana" y el
éxodo de pobladores.
Maquillaje sin colonia
El 13 de febrero a las 11 de la mañana llegó el gobernador y comitiva a Ñorquinco.
Doscientos pobladores y algunas autoridades locales mezclaron "aclamaciones
y vítores", según telegrafió el corresponsal de La Nación. La crónica
señalaba que el gobernador permanecería allí algunos días "para
recorrer los alrededores y conocer el Bolsón de Cholila (sic). Se muestra muy
satisfecho por no haber recibido en lo que va del recorrido, ninguna queja
contra sus subalternos". Pero debió escuchar la primera demanda de varios
vecinos que le solicitaron "interponga su valiosa influencia ante el
supremo gobierno para que éste respete los derechos de los antiguos pobladores,
o que sean preferidos a los que ahora vienen a poblar". Era el tema de la
colonia norteamericana que La Prensa del mismo día aludió pero sin eufemismos,
a pesar de defender la instalación de esos vaqueros. Señaló que los antiguos
pobladores pidieron que "no se conceda a los colonos norteamericanos la
concesión pedida de cincuenta leguas de tierra". Argumentaron que si eso
era posible, también lo era venderles tierras a quienes la poseen desde hace
muchos años y han adquirido lógico derecho de preferencia.
El clamor de los pobladores continuó y un día después La Prensa, que antes
había dedicado editoriales a favor de una colonia norteamericana en la
Patagonia que propiciaba el vicecónsul norteamericano George H. Newbery, cambió
de postura al mismo tiempo que lo hizo el gobernador. Consultado en Ñorquinco
el 14 de febrero (y publicado el 15), eligió la cautela. Lezana prefirió
sugerir que "antes de autorizarse la creación de la colonia norteamericana
y determinar su asiento, un empleado de la división de Tierras y colonias
inspeccione el Territorio y vea las cosas de cerca, pues hay mucho espacio donde
puede fundarse la colonia... sin que haya necesidad para ello de cometer una
injusticia con los de casa". El mismo día La Nación incluyó dos
telegramas que el gobernador Lezana despachó desde Ñorquinco. Uno para el
presidente Roca y el otro para el Ministro del Interior Joaquín V. González.
En el primero señaló que los vecinos de Ñorquinco, Bolsón, Cushamen y
Cholila, reunidos frente a él, le pidieron creara juzgados de paz en las
poblaciones señaladas y en los establecimientos de la Cía de Tierras (de los
ingleses, que esa semana le vendieron 4.000 capones al frigorífico de Bahía
Blanca). El telegrama puntualizaba que la comarca en cuestión tenía un radio
de 40 leguas de la "zona más poblada, más rica y de más porvenir de la
cordillera".
Junto a Lezana estaba con el fiel comisario de Ñorquinco, Severiano Britos, que
"todos desean que ocupe" el cargo de juez de paz y así lo propuso en
el telegrama. El dirigido al Ministro del Interior, aludió a las poblaciones,
la riqueza y futuro regional, sirvió para remarcar la antigüedad de
asentamiento de agricultores y hacendados del lugar, "alarmados con las
gestiones que hacen algunos norteamericanos para que se les conceda las
tierras...", a la vez que propuso el envío de un empleado de Tierras
(oficina de Agricultura) y advirtió no "cometer una injusticia con los de
casa". La Nación volvió sobre el tema el 19 de febrero (Lezana acababa de
visitar la escuela de Cushamen) y reiteró la presentación de lo pobladores al
ministro, dando como ya adjudicada la concesión por el Ministerio de
Agricultura a una empresa norteamericana y que "se espera la venida del
ministro Escalante, que veranea en Mar del Plata, para tratar el asunto en forma
equitativa".
El desquite, sin oro
Ni Ñorquinco ni Nahuel Huapi pertenecen, claro, al Chubut. Sin embargo
Lezana, su comitiva y los vecinos Severiano Britos, Herman Krausse, Julián
Vicente, Carlos Foresti y Agustín Pujol, marcharon el 18 de febrero rumbo al
lago. El 21 navegaron en El Cóndor y visitaron Bariloche, Blest y el comercio
de Jones. El 24, desde la estancia Maquinchao, el gerente de la estancias
inglesas Francisco Preston mandó un galopante chasqui hasta Pilcañú (sic) con
un telegrama dirigido al administrador Carlos Hacket con sede en Leleque para
que "busque un poco de vino en lo de Pujol, también una botella de
whisky" seguramente para agasajar el paso del gobernador y prometiendo
llevar "algunas cosas más" (un bote hasta el laguito cerca de Cholila
para paseo de las visitas).
El 29 de febrero -año bisiesto- Ñorquinco fue una fiesta: asadores bien
clavados y bebida abundante en el banquete de despedida al gobernador que salió
al día siguiente para El Bolsón y Cholila. La gira entró en una etapa
memorable.
La tradición oral sostiene que Charles Williams, el pendenciero buscador de oro
norteamericano, fue amenazado por el comerciante Pujol a través de su empleado
y Williams prometió vaciarle un ojo de un balazo. El 21 de abril de 1904
Williams bajó desde los arroyos auríferos hasta el comercio de Pujol, cuando
el barullo de la gira del gobernador se había acallado. Allí solía pagar sus
tragos con el oro pepeado, pero venía de tener pocos resultados. Necesitaba
provisiones y alcohol, para compensar la mala suerte. Iba por el desquite.
Lo que sucedió esa jornada lo contaron muchos días después los diarios
capitalinos. "Fue asesinado en esta localidad (por Ñorquinco) el empleado
del señor Pujol, Guillermo Brinch (sic) por Charles Williams, minero
norteamericano. El comisario Britos remitió al criminal a Rawson. El vecindario
está consternado, pues todos los años, desde 1902 se producen hechos de
sangre". La colonia norteamericana propuesta, también estaba herida de
muerte.
El juicio criminal se ventiló en Rawson, Chubut.
Curiosidades
Los buscadores de oro no tienen paraíso
La codicia le trajo al pendenciero Charles Williams, mala vida y cárcel y al buen minero Ramón Riquelme, una dolorosa soledad.
Desde
principios del siglo pasado la vida en las cordilleras de Río Negro y de Chubut
no era fácil. A las dificultades opuestas por el clima, se agregaba el peligro
de ser despojado de bienes -y hasta de vida- por bandidos. Pero las armas de
toda marca, Colt, Winchester y Smith & Weson, entre otras, no eran mal
vistas en cualquier viajero. Las balas se vendían en almacenes de campo y hasta
la Guía Ilustrada de Buenos Aires de 1900, de Agustín Etchepareborda redactada
por el periodista Arturo Pereyra, aconsejaba portar armas y decía que los porteños
lo hacían. No sorprendía verlas en la cadera de alguien que tras desmontar
entraba en un boliche.
No siempre viva la pepa
Después que el vaquero y pepeador de oro norteamericano Charles Williams mató
a Guillermo Brincke en Ñorquinco el 21 de abril de 1904, el comisario Severiano
Britos logró apresarlo y lo remitió a la lejana capital territorial del Chubut
donde funcionaba el juzgado. Enterrada la víctima -el empleado de la tienda de
ramos generales de Agustín Pujol- los pobladores que le temían a Williams
sintieron alivio. Se dijo que había recelo anterior entre víctima y victimario
que era un bravucón que siempre pretendía no pagar la bebida consumida y hasta
llevarse algunas prendas, como ocurrió aquel día de otoño.
Ya había cruzado la frontera cuando en 1899 -en total estado de ebriedad- hirió
a un peón del hacendado Ciro Marcus, de Ñorquinco, y perdió en la región el
generoso hospedaje que se brindaba a los andantes. Especialmente fue rechazado
en las estancias inglesas, donde el también itinerante administrador general
Francisco Preston vaticinó para Williams un final encarcelado. Lo recordó
después del crimen, el mayordomo de la estancia Leleque Carlos Hackett al
escribirle a Preston: "Yo creo que usted profetizó un mal fin para Charly
Williams -le recordó Hackett el 2 de mayo de 1904-; la bestia disparó contra
Brinch (sic), el hombre de Pujol, el otro día, matándolo y ahora está camino
de Chubut. ¡Otra hermosa recomendación para la colonia norteamericana!",
concluyó el británico.
Arribado a Rawson, el asesino fue alojado en la cárcel donde poco después sentó
reales otro pendenciero: Pío Quinto Vargas. Pero a diferencia de éste, que
contaba con numerosa hacienda y podía pagar abogados, Williams se vio en
dificultades, además de las provocadas por demoras, como las de las actuaciones
sumariales que no llegaban nunca a la capital del Chubut.
Recién a mediados de junio de 1905 "el Ministerio Público presentó
acusación contra Carlos Williams, norteamericano, por el delito de homicidio
perpetrado en la persona del señor Guillermo Brickle, en Gastre, el 21 de abril
de 1904, requiriendo la pena de 15 años de presidio", como lo comentó el
sabatino semanario salesiano La Cruz del Sur.
También se mandaron oficios al lugar del crimen para los necesarios testimonios
con los que el defensor de oficio José O. Vernazza podría armar una
estrategia. El Juez dictaminó el embargo de bienes, pero el procesado (según
La Cruz del Sur del sábado 3 de setiembre de 1905) dijo no tener dinero para el
embargo y "que los bienes que tenía en Ñorquinco sobre el río Chubut los
había dejado abandonados cuando fue capturado", por lo que se comisionó
el embargo por oficio al juez de paz de Cushamen, Severiano Britto.
El juez de paz y ex comisario respondió por nota que "Williams no tiene más
bienes que unas herramientas inservibles y que nadie le conoce bienes en Ñorquinco,
pues las minas a que el acusado se refiere están en el territorio de Río Negro
siendo todo un arroyo donde explotaba al igual que otros algunas pepitas de
oro".
El arroyo en cuestión era el Los Mineros, también conocido como Las Minas,
donde Williams tamizó las arenas auríferas con Martín Sheffield, el
legendario. Este último volvió, pero ya viejo, a ese mismo afluente -escaso de
aguas- del Chubut en sus nacientes y no lejos de El Portezuelo. Ramón Riquelme
fue el último minero que buscó oro en ese mismo arroyo en los años 40 y 50.
Allí lo entrevisté muchos años después porque Riquelme había recogido la
tradición oral sobre los buscadores de oro. Esmirriado y soltero, había sido
cocinero del hotel Parque de Bariloche hasta que corrió tras la quimera del oro
que lo condenó a una penosa soledad. De Charles Williams decía que era
"codicioso y criminal".
Triste, solitario y final
La salud de Riquelme se quebró hacia 1985 y charlamos por última vez en el
hospital de Ñorquinco, donde lo atendían de una enfermedad terminal.
¿Y cómo terminó Charles Williams? Para el 8 julio de 1906, su defensor
Vernazza renunció a la defensa del juicio criminal y una semana después
Williams logró nombrar al experimentado Luis M. Sabatier (la información del
semanario del Chubut decía que era por el delito de homicidio de Williams
contra Federico Guerke. Era un error o Charles tenía otra cuenta pendiente que
saldar).
Para agosto de 1906 se reclamaron en las actuaciones varias diligencias
retardadas que al parecer eran vitales para la defensa y obligaron a arbitrar
"por equidad y contra el dictamen fiscal" otras pruebas fuera de término
probatorio ya vencido.
Recién el 4 julio de 1907 el expediente del proceso criminal "seguido de
oficio contra el acusado Carlos H. Williams" se puso a despacho para
sentencia. Para 10 días después se sabía que el estudio de su caso era
tedioso a causa de la gravedad de la causa y el volumen de los autos, de los
cuales, el cuaderno de prueba del acusado había sumado 60 fojas. De ellas 42
fueron consumidas por el alegado del defensor Sabatier, que también recitó,
quejumbroso, como informe "in voce".
Finalmente la sentencia del 25 de julio de 1907 aludió el estudio minucioso de
los antecedentes y declaró "improbada la excusa de legítima defensa y
probados el cuerpo del delito común de homicidio y la responsabilidad del
acusado en el mínimun de la pena impuesta por el Art. 17, caso 1° de la ley
4189, por concurrir dos circunstancias atenuantes, condenándolo a la pena de
diez años de presidio, con los accesorios de interdicción civil que debe
sufrir en la Penitenciaría Nacional y el pago de las costas del proceso".
Al parecer, Williams fue uno de los pioneros buscadores de oro en el valle
Corintos con que se privilegiaron varios galeses. Ernesto Humphreys, hijo del
comisario que lo apresó en 1899, me relató -hace 30 años- que a Williams le
fue acortada la condena: decía que la cumplió en La Plata. Admitió que su
padre comisario "lo había ayudado en el Corintos" (seguramente también
lo dejó escapar en el "99) y que, a pedido de su padre comisario, cabalgó
8 leguas para llevar remedios a Williams. También dijo que Charly siempre
andaba escondido y sufría enfermedades venéreas.
Curiosidades
* El vespertino La Tribuna del 26 de febrero de 1880 difundió en Buenos Aires que el perito Moreno acababa de salvar el pellejo. Los titulares destacaban: "Ultima hora - Noticias del explorador - Fuga del poder de los Indios".Mansel Gibbon en la banda del Cañadón
Nació en el Chubut, pasaba por chileno pero era hijo de galeses. Se unió a esos vaqueros fracasados que pronto sucumbirían por impericia y que desde las serranías de Esquel estropearon a balazos una pierna de Fortunato Fernández, un puestero que vivió con muletas el resto de su vida.
Era un argentino rebelde y
audaz, tan joven y zaparrastroso como Billy de Kid, o El Niño, otro de los
sobrenombres que también le destinaron a ese norteamericano tan desalineado
como temible y de corta vida en los Estados Unidos. Pero en la Patagonia
bandolera, este Mansel Gibbon, deslumbrado por las fechorías cercanas al
ambiente cordillerano donde desarrolló su casi adolescente existencia, lo
inspiraría a buscar un nombre de fantasía como correspondía a un verdadero
fuera de la ley.
En toda documentación, diarios de época, confesión de testigos, sumarios, y
hasta en los relatos de algún descendiente (como Mansel Víctor Gibbon, un
sobrino de aquél que entrevisté en Esquel en el invierno de 1979), Mansel
Gibbon aparece vinculado a los episodios criminales que van de 1909 a 1911 en el
lejano oeste del Chubut.
Mansel estaba con sus compinches a los que subordinó en el que se llamó Cañadón
de los Bandidos cuando una partida fue a buscarlos y se produjo un tiroteo que
tuvo dos versiones contrapuestas.
Una de ellas –que intenta explicar por qué una simple balacera contra
bandidos escondidos en un cañadón terminó con un civil voluntario inútil
para andar como Dios manda- sostiene que no fueron balazos disparados por los
que se escondían en lo que hoy se conoce como el Cañadón de los Bandidos, lo
que dio por tierra con Fortunato Fernández, un puestero de la Compañía de
Tierras del Sud (inglesa) en la extensión de Leleque. Si esa fue la verdad del
episodio suscitado a pocos kilómetros de Esquel cuando todos esperaban dar caza
a los asesinos del ingeniero Lloyd Ap Iwan, gerente de la Cooperativa de Arroyo
Pescado, entonces –como lo señalan otros testimonios-, se produjo por la
torpeza de la misma partida que trató de apresarlos o por su mala intención.
Sea como fuere el origen de los balazos que le arruinaron una pierna al
reclutado por la partida, lo cierto es que la acción no sirvió para apresar a
esa banda inútil (no sólo asaltaron la cooperativa cuando no había un peso en
caja y sólo se llevaron algunas prendas, sino que cometieron un crimen torpe).
Un familia en banda
¿Quiénes fueron esos bandidos que merodeaban por lugares donde cada error les
podía resultar fatal? Se trataba de William Wilson y Emiliano Hood –que
en sus últimos tiempos se hacía llamar Roberto Bob Evans- con el reclutado
Mansel Gibbon, que como nativo hijo de galeses, que incluso había cumplido el
servicio militar en Puerto Madryn. En Cholila, Mansel se había aficionado al
airado estilo de los bandidos de ese valle cuando él era adolescente y le
fascinaba el desparpajo de Butch Cassidy –que conocía por otro nombre,
lo mismo que a su compinche Sundance Kid- como para tomarlos como paradigmas.
Seguramente Mansel –uno de los hijos más jóvenes de la familia Gibbon-
conocía muchos de los secretos de esos bandoleros de quienes ganó su
confianza. Los bandidos de Cholila, a su vez contaban con la amistad y protección
cómplice de Daniel Dan Gibbon, padre de Mansel.
Por lo menos uno de sus dos compinches desde fines del año 1909 (Evans y
Wilson) ya había frustrado un intento de asalto –en la tarde del 6 de
febrero de 1908- de una agencia bancaria de la entonces incipiente Comodoro
Rivadavia, y aún iban a fracasar –y pagar con sus vidas- en el otoño de
1911, tras el secuestro que consumaron atrapando al impredecible estanciero
Lucio Ramos Otero.
Acababan de encender la indignación de los pobladores de la cordillera porque
matar a un tendero (Ap Iwan) bastaba para agenciarles una juramentada saga. Pero
el tendero que habían baleado era un prestigioso ingeniero galés que ganó
respeto a niveles ministeriales por haber actuado eficazmente en las comisiones
de estudios limítrofes (un cerro de la cordillera austral lleva todavía su
nombre). Es decir que habían lesionado el orgullo de los gubernamentales y
también los de toda una colonia de tradiciones gregarias y religiosas.
Mansel Gibbon tenía 22 ó 23 años y ya se hacía llamar Cameron Jack al tiempo
del tiroteo en el Cañadón. Era apenas más joven cuando se le tomó la
fotografía que ilustra esta página y que Lucio Ramos Otero incluyó en el
tercer tomo de la edición privada donde relató –con detalles de lujo-
el secuestro que padeció. En ese relato del estanciero, Mansel fue uno de los
personajes mejor descriptos y sobre el que descargó buena parte del
resentimiento que a don Lucio le generó la penuria vivida junto a su peón
Quintanilla, el casual compañero de cautiverio. Una buena prueba de que fue así,
es que el primer tomo de su relato se llamó "Son cosas de la vida, dijo
Jake", título en relación al desparpajo demostrado por Mansel en los
duros días del cautiverio.
Primera versión
Ramos Otero se ocupó de dar algunos datos de la foto. Señaló –con pésima
sintaxis– que el personaje de la foto era "más o menos como estaba
con barba cuando me tenía agarrado" y acotaba: "poca barba castaña,
ojos chiquitos de pícaro. Se hace pasar por chileno. No es tan chueco como
parece". Es posible que ese retrato haya sido tomado en Rawson por el fotógrafo
Manuel Ayllón, que también fotografió a Mansel cuando hizo su servicio
militar y posó de uniforme con su padre Dan y otro hermano. Esa otra foto que sí
tiene el crédito de Ayllón, fue sacada el 7 de julio de 1908.
El periodista Juan Carlos Alemán del diario Esquel, cuando evocó –el 14
de septiembre de 1975– el episodio del Cañadón de los Bandidos, precisó
que el puestero Fortunato Fernández, enterado de la fuga de los criminales de
Arroyo Pescado y habiendo detectado un fogón recién apagado en la senda que
llevaba al cañadón, se ofreció como baqueano de una partida que encabezó el
comisario Francisco Dreyer (el que iba a tener una dubitativa y hasta delictuosa
complacencia en su actuación durante la investigación del secuestro a Ramos
Otero). A Dreyer lo secundó el también cuestionado sargento Calatayud y un
agente. Según el periodista Juan C. Alemán, el baqueano se adelantó demasiado
en el sendero y los policías lo confundieron y le tiraron. Si fue así,
robustecería otras pruebas que insinúan a la policía cordillerana de entonces
como posible cómplice de los bandidos. El puestero habría sido encontrado recién
al día siguiente por vecinos encabezados por el comisario Eduardo Humphreys que
ofreció su casa donde el doctor Hugo Roggero realizó la amputación. Fortunato
vivió con muletas y hasta volvió a andar a caballo.
Otra versión de la famosa balacera la escuchó el teniente y subcomisario Jesús
Blanco instructor de la mayor parte del sumario por la investigación del
secuestro de Lucio Ramos Otero. Quedó escrita; es la más fidedigna y habrá
que repasarla.
Con un buscador de oro donde murió Sheffield
Una caminata con el minero chileno Ramón Riquelme, último buscador de oro del paraje Arroyo Las Minas, permitió llegar a la tumba del texano Martin Sheffield en El Bolsón. La reconstrucción de su vida y el momento de su muerte fueron posibles a partir del relato de sus hijos y el sepulturero Cándido Blanco. Nicasio Soria también aportó su conocimiento.
En
Arroyo Las Minas, desolado paraje del intermitente afluente del río Chubut en
sus nacientes –y en donde fue maestro rural el luego columnista del
"Río Negro" Nicasio Soria-, Ramón Riquelme resultó el último
buscador de oro. Una caminata con ese minero chileno–hace casi 30 años
atrás- llevó al autor de estas notas hasta la tumba primitiva y lugar del
campamento aurífero del texano fabulador. Un detalle puso en la pista de sus últimos
momentos: otros dos norteamericanos asistieron al adiós definitivo de su
Patagonia adoptiva.
Reconstruir la vida sureña del norteamericano Martín Sheffield llevó a este
cronista a sucesivos viajes por la extensa geografía por donde se desparramaron
sus descendientes –desde la cordillera hasta Rawson y aún hasta Córdoba
donde entrevistó al hijo Martín Segundo Sheffield- además de hurgar archivos
y hemerotecas de ciudades y pueblos. Más complicado resultó desentrañar la
muerte del norteamericano.
La charla con el sepulturero Cándido Blanco frente a la tumba del texano en el
cementerio de El Bolsón en el verano de principios de los años 70, no dejó
dudas: los restos habían sido traídos por los familiares desde Arroyo Las
Minas, un paraje rionegrino a 15 kilómetros –apenas una huella- de la
ruta 40 en su tramo entre Ñorquincó y la chubutense localidad de El Maitén y
una vez que esa ruta desciende desde la estancia que pobló Felix Antonio Sede y
en El Portezuelo.
El Dodo y la duda
Un hijo –Dodo Sheffield, de El Bolsón- dijo por entonces que su padre
había muerto el 14 de febrero de 1932 cuando él –Dodo- tenía 29 años.
El aviso había bajado de Arroyo Las Minas por el capataz de los ingleses en días
de Carnaval, un dato dudoso. Dodo dijo que un inglés del ferrocarril lo tenía
allí habilitado con herramientas y mercadería para encontrar oro y "que
al finado lo trajimos en 1953 o 54".
La entrevista de este cronista a Juana Sheffield viuda de Pellegrini, que tenía
66 años, que vivía en la Cuesta del Ternero junto al camino –ruta
provincial 6- que une El Maitén con la ruta nacional 258-, no sólo proporcionó
datos claves sobre la supuesta aparición de un plesiosaurio (fue ella quien vio
al "bicho grande" y se lo contó a su padre), sino que precisó que
"tiempo antes de morir mi padre estuvo en El Bolsón para conseguir gente
para llevar arriba" (a buscar oro). Asegura que quien lo encontró muerto
fue un tal Pablo Zúñiga. Pero en General Roca, el periodista Nicasio Soria,
que había sido maestro rural en Arroyo Las Minas sostenía que quien halló el
cadáver, muy arriba del arroyo y lugar de la primitiva tumba de Sheffield, había
sido Raúl J. Dumas, un andariego ex jefe de correos de Ñorquinco.
Los datos eran diversos, pero no había dudas de que Sheffield había aceptado
aquello de que "a la vejez viruela". Es que la crisis de fines de los
años 20 mordía en la cordillera y a pesar de que el veterano cow-boy estaba
algo viejo –con puntuda barba blanca-, decidió volver a las fuentes, es
decir, a pepear oro.
Esta vez trepó hacia las nacientes del río Chubut con un caballo tordillo y
cuando buscando oro lo atrapó la muerte, habían pasado casi cuarenta años
desde que el 28 de marzo de 1894 se presentó por primera vez a las autoridades
del Chubut con petición formal y en papel romaní (con el timbrado de un peso y
número 000135) ante el director del Departamento Nacional de Minas y Geología
en Rawson, para que se le otorgara un permiso de cateo. Se presentaba como
soltero, minero, mayor de edad y domicilio en la costa del río Tecka para que
se le otorgara el permiso de cateo minero –aurífero y según un plano
adjunto- en un arroyo tributario del río Lepá que a su vez es afluente del
Chubut (sostenía que "el terreno es inculto, no medido, ni ocupado, ni
cercado, ni cultivado"). El expediente sin alternativas significativas
siguió hasta 1908, cuando el peticionante seguía sin presentarse y tampoco
averiguaba en los desalentadores pasillos de la burocracia. Para colmo, se le
reclamaba reposición de los sellos y hasta se lo citó con edictos. En ese
estado, el expediente tuvo todavía una actuación administrativa, en 1957, casi
45 años después de la muerte del peticionante Sheffield.
Tras la primera tumba
¿Cómo había que reconstruir la muerte? Siempre algún vestigio queda en el
lugar del deceso. Si es así, con el dato obtenido luego se hurga en búsqueda
de una huella documental. Un viejo Citröen sirvió para desandar la huella
que lleva a Arroyo Las Minas, y la oportunidad había sido combinada con una
cita de campamentos paralelos entre el ex maestro Soria –que viajó desde
Roca- y quien esto escribe, que lo hizo desde Buenos Aires. Después hubo que
ocuparse de dar con el último buscador Ramón Riquelme. Soria, nacido en Asunción
del Paraguay pero criado en la Argentina, fue un ex maestro entonces de 49 años
y 4 hijos. Se quedó acampado cerca de la escuela que había dirigido "por
11 años y 13 días", como señaló con precisión asombrosa (se sacó una
foto junto a la campana). Había llegado al lugar en octubre de 1949 con su
esposa y la primera hija del matrimonio.
El chileno Riquelme, enjuto personaje de 65 años nacido hacia 1910 en Chillán,
Chile, tenía el rostro ahuecado y la voz chillona (se fotografió con un
martillo minero). Era tan solitario como soltero, egresado de la escuela de
minería de Copiapó, y, por sobre todo, había levantado una solitaria y
curiosa casa a 70 metros del río Chubut que levantó con sus manos. En medio de
ese desierto pedregoso, su hogar era un oasis incomprensible, casi en la
desembocadura del arroyo Las Minas en el río Chubut. Vivía solo con su perro
Rubio y el gato que le regalaron en el Maitén para derrotar a los ratones
serranos. No comía carne y su régimen admitía carbohidratos. Se fabricaba débil
energía eléctrica y logró que un hilo de agua desde el río regara automáticamente
los jardines que elevó con barro y arena del río. Le dibujó lagunillas geométricas
donde solían acuatizar patos criollos. Había sido 9 años cocinero del hotel
Parque de Bariloche donde aseguraba haber visto a una prominente figura del
nazismo –el Dr. Menguele-, luego en el Bella Vista. Pero prefirió
abandonarlo todo para pepear oro. Llegó al lugar casi junto con el maestro
Soria, bastantes años después de la muerte de Sheffield. Conocía el lugar de
la muerte "unos tres kilómetros hacia arriba donde tenía su
campamento". Advirtió que "vamos encontrar una cruz hecha de hormigón
que plantó la familia a principios de los años 50. Vinieron con comida y
pilchas para dormir. Los huesos de Sheffield estaban casi al aire porque al
morir no se cavó mucho y lo envolvieron en un cuero. Cierta vez –continuó
Riquelme- habían pasado pobladores jóvenes que arrancaron la cruz y la tiraron
por las cercanías. Los reprobé. La familia hizo un gran asado y se llevaron
los huesos para El Bolsón", concluyó antes de emprender la caminata.
No lejos del cenotafio este cronista encontró entre los matorrales la cruz
primitiva. Conservó el travesaño tallado a cuchillo con el nombre del finado y
en los extremos -débilmente- una "b" y una "d", por las
iniciales que en inglés equivalen a "nacido" y "muerto". El
tallador fue un norteamericano. La saga que siguió a ese descubrimiento dio con
el original que respecto a la muerte testimoniaron John Crockett y Oliverio
Perry, ambos norteamericanos. Sus rúbricas están entre las de John J. Davies y
Mario Cardussi, suscriptas en 27 de noviembre de 1932.(Continuará)
Curiosidades
La Nación del 14 de setiembre de 1904 publica un telegrama despachado desde Ñorquinco donde se da cuenta que "en la casa de don Jorge Hube en El Bolsón" se ha inaugurado un molino harinero.
Pío Quinto Vargas: triste, solitario y final
No
pensaba huir a Chile, es cierto, pero Pío Quinto Vargas era de todas manera un
fugitivo camino de la cordillera. Escapó para proteger sus haciendas. También
porque querían envenenarlo y hacerse de sus bienes, según decía.
Clandestinamente vigilaría su cuantiosa fortuna en ganado que pastaba en la
vastedad de Corcovado (una gran extensión que en parte abarca la fotografía
actual de esta página).
Estaba entre la espada y la pared. Casi todos querían aprovechar su peor
momento. Era un temperamental dispuesto a todo y en la región se le temía.
Mantenía pelea eterna con Lucio Ramos Otero, pero hasta el Jefe de Policía
territorial había instalado un rancho cerca de sus haciendas. Le obsesionaba la
peregrina idea de vender parte de sus animales y quizás recién entonces
alargar la galopada para pasar la cordillera. Había fraguado –como lo
creyó el Juez Letrado- una venta de toda su hacienda con Tomás Austin, pero
que, tal vez se concretaba. Entonces sí, recién decidiría.
Los abogados, los carceleros, los proveedores de comida y necesidades varias,
todos, absolutamente todos, apetecían su fortuna en cuatro patas. Cuando se fugó
debía 5000 pesos entre muchos que le prestaron en la esperanza de cobrarlo
tarde pero con creces seguramente a un apoderado o un curador de sus bienes (se
calculaba que quedaría encerrado por años). De sus acreedores algunos eran tan
ilustres como el salesiano Bernardo Vacchina, pro vicario de monseñor Cagliero
(quizás lo conoció a través de un hermano de Vargas que oficiaba de acólito
de un misionero de la Patagonia).
En el juicio criminal a Vargas le dictaron el primer embargo. Pero en el sumario
por fuga, el juez letrado Luis Navarro Carreaga dictó otro embargo y una
inhibición general de bienes para protegerlo contra lo que sospechaba una
trampa tendida por Austin. El juez, inmediatamente, pretendió que los jueces de
paz de Colonia San Martín y 16 de Octubre cumplimentaran el embargo. Navarro
Carreaga consideraba a Vargas "proverbialmente desconfiado y demasiado
apegado a sus haciendas". Peor idea tenía de Austin.
Cecilio Crespo, el juez de paz ad honórem de la Colonia San Martín, telegrafió
al juez que nadie quería acompañarlo para el embargo. Necesitaba policía y
peonada para los rodeos y desatender intereses y familia.
Se impuso la solución mayor, según lo publicó la Cruz del Sur del 5 de
noviembre: "Para el Corcovado salió comisionado por la Gobernación y el
Juzgado, nuestro jefe político Julio Fougere en relación con la evasión y
bienes de Pío Quinto Vargas". La comisión fue considerada por el periódico
como "complicada y difícil". Fougere despachó el 11 del mismo mes un
telegrama de Colonia San Martín señalando que "llegué ayer por la mañana
con los caballos cansados" el mismo día que moría la madre del juez del
lugar, Cecilio Crespo (no lo seguiría a Corcovado). También informó que
Vargas no había aún cruzado el río en Paso de los Indios, el paraje donde el
20 de marzo se le había escapado al sargento que lo llevaba preso a Rawson en
la primera fuga. Fougere logró cruzar luego de fracasar una balsa que construyó
para el caso (también el 11 de noviembre, la Cruz del Sur dio cuenta de la
muerte del salesiano y andinista Lino Carbajal).
Tres días después –el 14- Fougere telegrafió al Juez Letrado de Rawson
para asegurarle que estaba "esperando en la estancia de Vargas al juez de
16 de Octubre" para hacer el embargo. Allí tampoco nadie quería colaborar
porque "todos (tienen) temor del prófugo o ser objeto de su venganza
futura". Como cálculo de la difícil tarea de los arreos, señaló que
"los bosques van aún cubiertos de nieve y los animales pastan hasta cerca
del lago General Paz". También pidió fondos o autorización para vender
potros y novillos a fin de pagar los sueldos atrasados del capataz de Vargas y
sus peones, y los jornales de quienes se ocuparían de los arreos. También se
le presentó Alejo Cerdá, medianero con Vargas. Cerdá alertó al jefe policial
sobre los quinientos vacunos que cuidaba, de cuya cría la mitad le pertenecía
(para el 3 de abril de 1909 el Juez Letrado intimaría a Cerdá por quedarse con
3000 animales de Pío Quinto).
El 19 de noviembre de ese año cinco fue un día clave. Por un lado el juez de
la colonia 16 de Octubre –enteramente galesa-, procedió al embargo de
las haciendas y las puso a cargo del Jefe de Policía Fougere (3853 vacunos, 738
yeguarizos y 38 caballos mansos, además de un catango, varios enseres y hasta
una trampa de zorro y un bote de lona inservible). Por otro, Pío Quinto Vargas,
que lo espiaba todo porque se había hospedado desde pocos días atrás en la
casa de Nicolás Illin -un polémico sub inspector de bosques de origen eslavo,
que vivía en las cercanías de Vargas y de Ramos Otero-, hacía mandar desde
Tecka un telegrama dirigido a su abogado en Rawson Jesús Alvarez.
"Me encuentro en casa Illin" le confesó y "sospecho que querían
envenenarme (en la cárcel). Illin recibía telegramas falsos firma mía",
mientras que otro telegrama paralelo con igual destino firmado por Illin,
aseguraba al abogado de Pío Quinto que éste seguía sano y robusto a pesar que
hizo el viaje "parte a pié y se alimentó cinco días con pasto"
Pero Illin, que era odiado en la gobernación por sus denuncias en los diarios
porteños en los que se explayaba sobre varios temas gubernamentales y acusaba
persecuciones que le dirigía el poder, estaba ausente de su casa cuando llegó
Vargas. Este lo hizo sigilosamente pero cargado con su máuser, su poncho, su
quillango de guanaco además de un cuero de carnero, freno y bozal por todo
recado. De la oficina telegráfica de Rawson salieron sendas copias de esos
telegramas comprometedores hacia la oficina del juez donde fueron cosidos al ya
voluminoso sumario. Inmediatamente, otro telegrama en sentido inverso y
destinado al jefe Fougere ordenó prender a Vargas (y a Illin, por hospedar al
fugitivo).
Cruz del Sur tituló "Otra vez preso", en su edición del 26 de
noviembre. "El procesado Pío Quinto Vargas ha caído de nuevo en manos de
la Justicia y pronto estará de regreso con el señor Jefe de Policía quien con
su activa habilidad ha efectuado la captura", rezaba zalameramente parte de
la nota.
Falso. No hubo tal captura. El telegrama del 21 remitido por el propio Fougere
al juez aseguraba que "esta madrugada salí para la casa de Nicolás Illin
donde encuéntrase Pío Quinto Vargas quien me ha hecho llamar para entregarse a
la autoridad". El 25 salió custodiado Vargas para Rawson pero Nicolás
Illin no aparecía. El corresponsal de La Nación retrasó la noticia y recién
el 2 de diciembre la tituló como "Presentación de un criminal",
cuando apenas cuatro días después ya estaba en Rawson a disposición del
juzgado. Hubo todo un incidente para recuperar el máuser que había quedado en
casa de Illin, y éste finalmente fue prendido.
El sumario por la fuga se fue diluyendo a pesar de ser un tema de resonancia,
dilatado por los incidentes judiciales menores, las peticiones de levantamiento
del embargo o la compra de más de 400 novillos que finalmente se autorizó a
venderle ¿a quién?: al comisario Eduardo Humphreys (ya corría el año 1909 y
hacía dos que Vargas había sido condenado por doble crimen). Varios telegramas
al juez también llegaron remitidos por Lucio Ramos Otero, porque seguían las
invasiones de ganados y peones prepotentes. Esta historia se interrumpe aquí,
pero no concluye. Unos y otros personajes aparecerán en muchas otras historias
patagónicas.
Pío Quinto Vargas prepara su segunda fuga
La
primera vez que Pío Quinto Vargas, preso en la precaria cárcel de Rawson,
Chubut, pensó en volver a fugarse, fue a sugerencia de otro presidiario: Manuel
Amandi. A ambos reclusos el juez letrado del territorio Luis Navarro Careaga
pensaba dejarlos fuera de su jurisdicción excusándose en sus respectivas
causas y pasándolos a Viedma, Río Negro. Aunque el periódico chubutense La
Cruz del Sur llegó a decir que la causa del indómito Vargas parecía mejorar
de aspecto, el preso Amandi fue quien le dijo a Pío Quinto todo lo contrario. Y
a pesar de que por ser Vargas un hacendado rico se dio el tratamiento
privilegiado, el dato de Amandi se agregaba a otras preocupaciones del criminal
de Corcovado. Es cierto que para la primavera de 1905 dormía en un cuarto
continuo al del dragoneante de 23 años Eulogio Icardi, integrante del plantel
de custodios que comandaba el subteniente Pedro Berro.
Estrategia de un indómito
Vargas se movía en la cárcel con cierta libertad y sabía que el cuarto de
Icardi daba a la calle. El fiscal especial Alejandro Conesa le había pedido 10
años de condena, pero también era cierto que desde la cordillera los jueces de
paz demoraban las pruebas para condenarlo definitivamente.
Existía un generalizado temor a las represalias que en el futuro podría tomar
Vargas que en toda la región era conocido como bravucón y vecino pendenciero.
Sus amistades provenían de quienes más le temían, o de los que pensaban que
apoyarlo daría en el futuro algún beneficio.
A través del periódico Cruz del Sur todo el mundo seguía las alternativas de
los juicios más resonantes de la región, tanto el de su causa conjunta con
Ramos Otero, como la del norteamericano Charles H. Williams, un gran amigo de
Martín Sheffield que estaba encausado por el alevoso asesinato que cometió en
Ñorquinco el 21 de abril de 1904 en la persona de Guillermo Brincke, el
empleado del señor Agustín Pujol. El crimen se cometió en la misma tienda y
para el agresor se pidieron 15 años de prisión. El periódico llegó a echar
luz sobre el poco esclarecido suceso de Corcovado entre Vargas y Lucio Ramos
Otero, pero dos años después el periódico sostuvo que, según la causa, fue
el 22 de febrero de 1905 cuando Vargas mató a tiros a Juan de Dios Uribe, peón
de don Lucio y recién al día siguiente los vecinos involucrados y sus peones
se atrincheraron en una breve batalla en que fue herido el rico estanciero porteño
y otro de sus peones: Francisco Aranda, que también murió.
Vargas se vio complicado con el decreto de embargo por 5000 pesos sobre sus
bienes en Corcovado, pero había que ganar tiempo hasta que se produjera. El
juez de paz de Colonia San Martín Cecilio Crespo, aseguró por telégrafo
carecer de policías para semejante embargo y lo difícil de contratar personal
para los rodeos y testigos para el recuento del ganado. Todos temían las
represalias que alguna vez tomaría Pío Quinto.
Una condena, sin embargo
El juez letrado de Rawson quería embargar a Charles Williams, que en verdad era
un nómada de pasado turbulento en los Estados Unidos, con fugaces pepitas
obtenidas como buscador de oro -su oficio conocido- y magras pertenencias. Lo
dijo el juez de paz de Cushamen Severiano Britto, ex comisario de Ñorquinco,
que contestó al juez letrado: "Williams no tiene más bienes que unas
herramientas inservibles y nadie le conoce otros, pues las minas a que el
acusado se refiere están en territorio de Río Negro y son un simple
arroyo".
La estrategia de fugar y burlar el embargo bien puede haberla urdido Tomás T.
Austin, un hacendado galés con 40 años de residencia y prestigio fundador de
la colonia galesa aunque al desembarcar en 1865 sólo era un niño. Vivía de
audaces contactos y estrategias gravosas para los que contrataban con él. Es
improbable que la fuga le haya sido susurrada por Jesús Adolfo Alvarez, su
abogado defensor en diciembre del año cinco para destrabar el embargo (pediría
honorarios desmesurados; Luis M. Sabatier fue el defensor en la causa
principal). Lo seguro es que Vargas supo que debía fraguar la venta anticipada
de sus haciendas para burlar el embargo.
Austin lo visitó días antes de la fuga y acordó la compra de gran parte de su
hacienda en 30.000 pesos. El convenio podía ser por la renta y reproducción
mientras durara el presidio. Retornarle el grueso vendido en simulación
cumplida la condena. También le prometió apoyo y visitarlo en Viedma para
enero del año 6 si se concretaba su extradición al juzgado de Río Negro. El
problema era antedatar el documento de la venta con certificación de un juez de
paz. Más tarde dijo desconocer la evasión en una indagatoria de meses después.
Pero el 26 de octubre previo a la segunda fuga del asesino de Corcovado, Austin
visitó al juez de paz de Trelew Roberto A. Davies –de 48 años, galés
naturalizado argentino-, quien se negó a suscribir las certificaciones en un
papel sellado de un peso y supuestamente firmado en enero y sin precio de venta.
Sigilo de un fugitivo
Vargas despachó con rumbo desconocido ese mismo día 26 a un hermano menor. Al
día siguiente tomó su montura de cuando atravesó el Chubut después de
acordar entregarse a su conocido y cuestionado comisario Eduardo Humphreys. Esta
vez era viernes (27), anochecía y no estaba ni el director de la cárcel Benito
Cerrutti ni el jefe de carceleros Berro. Vargas dio 60 pesos al dragoneante
Icardi –que también se fue- por dejarle detrás de su puerta el máuser
de Ejército Nº 0136 y 60 balas. Tomó la montura, algunas pilchas y salió.
Era poco más de las 20.
La Nación del domingo 29 dio la primera noticia de la fuga "del asesino de
dos peones y heridas al capataz de la estancia de don Ramón Otero en
Corcovado" pero el lunes 30 consignó mejores detalles. "Rawson
(Chubut), domingo 29 de octubre. El viernes a las 8 de la noche se evadió de la
cárcel el procesado por doble homicidio Pío Quinto Vargas llevándose un máuser
y 60 tiros (…) el criminal era tratado con toda consideración y alojado cómodamente
en una pieza contigua a la del oficial de guardia con salida a la calle. Es
creencia general que no será aprendido por la incompetencia del personal. Ahora
notará el gobernador Lezana la falta del ex comisario Humprheys, y que sin ningún
motivo hizo exonerar de su puesto, después de haberlo desempeñado durante
catorce años consecutivos con el beneplácito del vecindario y ser autor de la
captura de criminales como el mismo Vargas …". Constancias en el
sumario demostrarían la inteligencia entre Vargas y Humphreys. Además había
sido exonerado por no haber aprendido a los bandidos de Cholila, también sus
amigos.
Curiosidades
El 2 de agosto de 1905 llegó a Viedma procedente de Choele Choel el vaporcito
Sayhueque con 29 presos procedentes de distintos departamentos y para ponerlos a
disposición del juez letrado. Entre los detenidos desembarcó Antonia Audrelo
de Pet, que descerrajó un balazo en la cabeza de José del Carmen Millapán
quien intentó violarla. Antonia no dudó en usar un arma de fuego en defensa de
su honor.
En la misma semana del año cinco el Valle Medio tendría dos temas recurrentes
con noticias despachadas a los diarios porteños desde Choele Choel. Una de
ellas fue poner en tela de juicio los procederes del comisario Mariano Gamboa.
La otra consistió en denunciar los problemas rurales suscitados a partir de
adjudicaciones y venta de tierras fiscales.
Respecto de esto último La Prensa del 2 de agosto de 1905 reflejó
anticipadamente la opinión del inspector Bello del Ministerio de Agricultura
que había regresado a Buenos Aires desde Río Negro y preparaba un informe
sobre su visita a las colonias agrícolas Frías y General Conesa. Consideraba
que sus tierras no eran aptas por culpa de las crecientes del río. Pero el
cronista recordó el primer premio que ganaron los trigales de la región en una
exposición de 20 años antes.
También el diario sugirió que tanto en Frías como en Conesa trabajaban la
agricultura y plantaban viñas que resultaban tan ventajosas como las ovejas
(una planta en dos años produjo 150 racimos de uva). Bello admitió que las
poblaciones crecían y merecían ensancharlas. La inauguración del Puerto San
Antonio a 18 leguas sería clave según Bello. La edificación aumentaba en
Conesa y registraba sólo 3 terrenos libres cruzados un zanjón que perjudicó
su venta.
Al mismo tiempo –el mismo 2 de agosto de 1905- los colonos de Choele
Choel telegrafiaron su pretensión al Ministerio de Agricultura para que fuera
pareja la enajenación de las chacras a todo poblador. "A 10 pesos o a
1,50, y no a este último precio sólo a los colonos galeses y a cuatro personas
más".
Simultáneamente se ponía en tela de juicio al comisario Mariano Gamboa que
buena parte de la población apreciaba. Acababa de capturar –con ayuda de
vecinos la noche del 1º de agosto de 1905- a Juan Chazaratea, circulador de
billetes falsos de 50 pesos y reclamado por Neuquén (huía protegido por los
bosques cordilleranos o despistaba en la meseta vadeando una y otra vez los ríos).
Gamboa fue acusado de desalojar colonos (también de lesionar al comerciante
Dionisio Sadano) y lo apresó el jefe de la policía volante teniente Angel Bordó.
Gamboa estuvo sólo 4 días presos y lo agasajaron en un café. En represalia el
teniente Bordó clausuró el local.
Fracaso de la primera fuga de bandidos y criminales
La gran evasión se planificó
para el 18 de diciembre de 1905 en la cárcel de Neuquén con premeditadas
crueldades: un degüello, asesinatos y el asalto a la sucursal del Banco Nación.
La evasión preparada en medio del hacinamiento de la cárcel de la nueva capital -un vulnerable tinglado de zinc galvanizado-, para que, salvaje y cruenta, debía estallar a los dos años y dos meses de la fundación bendecida por el empavesado discurso del ministro del Interior Joaquín V. González. Es la historia de una gran planificación y mayor fracaso.
La idea de una gran fuga ya bailoteaba en los sueños de los procesados y convictos que -entre no pocas penurias y mortificaciones- habían peregrinado celosamente custodiados por cuarenta soldados del 2 de infantería (otras noticias contabilizaron 20 soldados y varios oficiales). En total, la marcha demandó 13 jornadas desde Chos Malal a la Neuquén recién fundada, como parte de la mudanza involucrada con el traslado capitalino de 1904.
Fue el capítulo más tardío y menos luciente de la fundación de Neuquén y traslado boicoteado por los comerciantes de Chos Malal que se negaron a vender alimentos a la autoridad carcelaria para que, sin provisiones, el viaje fracasara. Tal éxodo sumó otras carencias: por ejemplo, el precario equipo de transporte.
En esos robustos argumentos abrevó la campaña de críticas encabezadas por La Prensa. Su crónica de la partida de los 41 presos -4 de ellos engrillados- en el mediodía del 4 de octubre de 1904 -digna alguna vez de narrarse- fue titulada por el aludido matutino con ninguna piedad: "Traslación inhumana de presos - Sesenta y siete leguas a pié".
El convoy arribó por el camino de Añelo al kilómetro 1190 del ferrocarril Sud, y desde allí el grupo de bandidos, cuatreros y criminales alivió el corto tramo final: lo hicieron a bordo de un tren. Faltaba la escena final: avistar el miserable encierro de zinc o nuevo hogar, verdadero horno en el verano por venir, y posible foco de enfermedades.
El "cerebro" Benavídez
Los dos primeros intentos de fuga desde semejante encierro no llegaron a concretarse, y si bien el re
sultado de una nueva sedición y fuga lapidó aquello de que "la tercera es la vencida", su planificación constituyó una trama merecedora de inscribirse entre los puntales de la novela negra.
El personaje principal e ideólogo de plan fue el bandolero chileno Benavídez, quien cruzó la cordillera dejando en su país un denso prontuario y graves causas pendientes. Por sus fechorías en el Neuquén fue capturado cuando lo "tomaron preso los señores Gómez de Ñorquín hace dos años" (versión de La Prensa) incautándosele un revólver y un cuchillo.
Para colmo de males de Benavídez, se instauró un pedido chileno de extradición, exhorto para el cual el bandido consiguió defensor: José Bruguera, juez de paz suplente de Neuquén.
En el mismo asunto actuó como fiscal "ad doc", Abel Chaneton. Simultáneamente una amistad carcelaria de Benavídez, el también bandolero Darío Zabala, había conseguido la libertad y se había instalado en una casa de la nueva capital demostrando su voluntad de insertarse mansamente entre la población.
El plan lo armó Benavídez lentamente. Necesitaba cómplices, apoyo interno y externo, sobre todo porque Neuquén no era Chos Malal y los cerros y la cordillera con sus escondrijos, quedaba lejana (cuando fugó de la antigua capital el asesino Lara, pasó mucho tiempo en una cueva en las narices de los policías de Chos Malal).
En la Confluencia se necesitarían caballos, armas y dinero. Y si bien la cárcel carecía de muro exterior, esa facilidad no impediría que los evadidos quedaran expuestos. ¿Dónde esconder los caballos? ¿Dónde conseguir el dinero? El éxito debía basarse en la rapidez de la operación, con pocas armas adentro, abrir o violar dos candados de puertas internas, mucho apoyo exterior y una buena coordinación. Para lograrlo había que confiar sólo en unos pocos reclusos y tener buena comunicación con los cómplices de las cercanías.
Benavídez, víctima las mortificaciones que le destinaba el celador Arturo Pérez, reclutó un pequeño clan de fuga. Sus secuaces serían el presidiario Juan Bautista Coco, condenado por tiempo indeterminado; Manuel Medina, autor de un homicidio alevoso, y Cristóbal Molina, criminal condenado a 12 años de prisión.
De resultar exitosa la fuga, Benavídez pensaba vengars de los Gómez, asesinarlos, y para eso debía cabalgar hasta Ñorquín. Es decir, necesitaba buenos caballos El operativo también demandaba armas disponibles en las cercanías (la policía no era un problema pero sí los hombres del 3° de caballería al mando del teniente Velázquez). Además, urgía un crédito de cómplices externos a devolver con dinero fresco e inmediato, y, desde adentro, sólo llaves para los candados y un cuchillo. Tenía decidido degollar al celador Pérez y a un guardia, y quizás, que le ingresaran poco de dinero para un único soborno interno.
Como correo usaría a su defensor Bruguera, a uno -o más- componentes de la cuadrilla de presidiarios "veniales" que a diario salían a realizar trabajos urbanos, y también la buena disposición de ciertas muchachas que visitaban la cárcel; el destinatario principal: el bandido Zabala, pivote del operativo.
Vigilia bandolera
Al momento de la fuga -fijada para el lunes 18 de diciembre de 1905, casualmente un día antes del elegido por los "bandidos yanquis" para asaltar al Banco Nación de Villa Mercedes, San Luis-, una buena tropilla aguardaría escondida en el cementerio, a 200 metros de la cárcel. Otro aporte: una partida de carabinas Winchester de las que, finalmente, una decena entraron por un boquete de la cordillera. Para el dinero, no había otra salida que asaltar la precaria sucursal lugareña del Banco Nación y, básicamente, levantar un plano de esa casa bancaria.
Al parecer, el ya liberado Zabala se sometía hace tiempo a las audacias de Benavídez por quien es posible que sintiera un inevitable temor reverencial. Pero ¿le resultaría realmente confiable? Por lo pronto ambos usaban un "argot" propio, ideal para el caso de que interceptaran las breves cartas que enviaba Benavídez a su hombre puertas afuera. Si Zabala leía "Margarita", sabía que equivalía a Winchester, que "boca negra" era revólver y "tabla cien" quería decir caballos.
Urdido el plan, el bandido Zabala comenzó a recibir mensajes diarios por medio de la cuadrilla de presos que salían hacia obrajes en el poblado.
El primer trabajo de Zabala fue levantar el plano de la casa donde funcionaba el Banco Nación, edificio casualmente en arreglos. El bandolero logró que el gerente S. Hernández lo tomara como peón albañil, pero no sería una tarea fácil, ya que si bien no tenía custodia policial, estaba a 250 metros de la comisaría.La sedición podía contar con ciertas ventajas, ya que algunos destacamentos de región habían sido levantados o por lo menos se había ordenado reducir sus planteles. Por otro lado, y contrariamente a lo que hubiera sucedido en Chos Malal, en la Confluencia y por ferrocarril, en pocas horas se podría desembarcar en los andenes de la estación Neuquén, a una legión de represores armados, como sucedió en la fuga concretada en 1916
Fracaso de un rescate entre los hielos
Los cuerpos de los alpinistas italianos caídos en Tronador no fueron hallados, pero nació la Comisión de Auxilio y se plantearon las primeras normas preventivas.
"Mirando hacia el
ventisquero de Casa Pangue, en el bajo pude ver una luz muy intensa de gente
acampada", escribió después Germán Claussen, el primer vencedor del
Tronador. Esa frase se transforma en estremecedora si se piensa que representa
la visión del primer hombre que plantó sus pies en esa cumbre y permaneció
toda la noche del 29 de enero de 1934. Imaginarlo solo en el pedestal implica
sentir una sensación abismal.
Como residente de Bariloche, Claussen cumplió en no dejar arrebatarse la hazaña
por alguna de las dos expediciones italianas en marcha, que los andinistas
locales entendieron como un desafío. El gran fuego del Casa Pangue pertenecía
al campamento base de la expedición de Matteoda y Durando -que morirían entre
los hielos sólo seis días después-, dos de los cuatro italianos que componían
la primera expedición arribada.
El escalador romántico
Claussen, "enamorado de Luisa Capraro", como sostenía Otto Meiling,
contó haber dejado cerca de la cumbre un alambre "con un cacho de
huemul...y una tablita de ciprés cepillada en una extremidad en la que escribí
mi nombre, un verso y la fecha", informó casi romántico. A la mañana
encaró el peligroso descenso por los hielos, pernoctó otra noche en la montaña
y el 31 bajó a Pampa Linda donde se enteró que el presidente del CAB Dr.
Neumayer había subido para un nuevo intento con el ingeniero Eduardo de la Mote
y el peón Luis Goye. Volvió a la montaña y pasó el primero de febrero con
ellos en la "cueva de Meiling". El 2 se despidió entregándoles un
pato asado que sobraba en su mochila y emprendió la travesía hacia Bahía López
donde resplandecía el hotel de la Sucesión Capraro regenteado por Luisa, la
hija del trágicamente desaparecido Primo Capraro (se suicidó un año y tres
meses antes). Llegó a la encantadora bahía frente al paredón del cerro López,
se abrazó con Luisa y el domingo 4 de febrero llamó por teléfono a la gente
del CAB: Frey y Otto Meiling lo fueron a buscar.
Ese mismo día empezaba la tragedia de los italianos y a la vez el Dr. Neumeyer
y el ingeniero ferroviario De la Mote escalaban en dirección al Promontorio,
escolta de la cumbre Internacional del Tronador. Siguieron las huellas talladas
por Claussen en el hielo. Pero los hizo desistir la misma tormenta fatal para
Matteoda y Durando. El jueves 8 Claussen dio la charla sobre su proeza en el CAB
y el viernes 9 llegaron de Casa Pangue, Chile, vía Laguna Frías y Blest, el
ingeniero italiano Gugliada y el señor Zanetti con la noticia de la desaparición.
Esa misma tarde retornaron a Chile acompañados por la primera comisión de
rescate del CAB compuesta por Claussen y Meiling. Este último, al paso de los
italianos por Bariloche discrepó con su plan de escalada advirtiéndoles:
"Voy a ir a buscar sus cadáveres" sin sospechar que realmente iba a
intentarlo. El domingo 11 el CAB despachó una segunda comisión con el
ingeniero De la Mote, recién llegado del intento por el lado argentino. El
doctor Rodolfo Venzano y los peones Pedro Losso y Giácomo Olivier lo acompañaron
a Casa Pangue pero se encontraron con la primera comisión que regresaba con
resultados negativos y fotografías de las evidencias. El martes 13 llegaron a
Bariloche las dos comisiones y produjeron el informe que hablaba de los meteoros
desencadenados y las huellas halladas. Esperaban revelar las fotos. Deducían
que "durante el día de la ascensión de los alpinistas (aquellos meteoros
aludidos) los han llevado al abismo Oeste del Ventisquero Casa Pangue, poco
tiempo después de haber salido del campamento 4". El mismo martes se
alistaron aviones en Chile y volaron hidroaviones de la Armada argentina hacia
los lagos.
Los italianos de YPF
Muy pocos de los protagonistas de esta historia sabían quién era el ingeniero
Sergio Matteoda. El dato más curioso es que vivía en Buenos Aires, trabajó en
la Patagonia y realizó en el hemisferio norte operativos de rescate. Los
diarios porteños señalaron que "es un conocido alpinista turinés que se
hallaba radicado en Buenos Aires desde hace algún tiempo. En el mundo deportivo
turinés es muy conocido por haber participado en importantes ascensiones al
Monte Blanco y otras expediciones similares arriesgadas y peligrosas". Según
lo publicado, Matteoda y su amigo Gianni Albertini encabezaron en 1928 la
expedición organizada para dar con los restos de la expedición al polo del
general Nóbile. "Conocedor de los más famosos ventisqueros, el ingeniero
Matteoda fue encargado de recorrer la isla de Spitzbergen, donde se creía
encontrar a los expedicionarios del grupo de Magrem, Ariano y Zappi", se
precisó en los diarios.
También se supo que Matteoda había pertenecido al personal técnico de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales en Comodoro Rivadavia. Otra revelación fue
que el ingeniero Wálter Durando, el compañero de infortunio de Matteoda, formó
con su amigo, una vez concluida la experiencia en YPF, una empresa de
construcciones.
Más de un diario de Buenos Aires publicó, el 16 de febrero de ese año 34,
"el despacho del superintendente del Parque Nacional Nahuel Huapi,
ingeniero Emilio E. Frey, que se relaciona con la desaparición de los
alpinistas italianos ingenieros Sergio Matteoda y Wálter Durando. Hacen saber
tales despachos -continuaba la información- que la comisión integrada con los
señores Germán Claussen y Otto Meiling encontró algunos rastros en los
ventisqueros situados en la parte superior de Casa Pangue, cerca de la bifurcación
del ventisquero y el río Tronador. Suponen los nombrados que los alpinistas
pudieron ser sorprendido por el huracán, violentas nevadas o aludes y se vieron
arrastrados al abismo". Se daba cuenta del regreso de la comisión de De la
Mote y Venzano y se informaba que Neumayer había fracasado en tres intentos por
llegar a la cumbre. La ascensión de Claussen era una extraordinaria hazaña
-según el informe- y el Neumayer fue tomado el 4 por la tormenta que abatió a
los italianos. También se explicaba que se necesitarían 2 o 3 semanas para una
peligrosa búsqueda completa y que lo hecho hasta ahora era mérito del CAB,
prueba de expertos solidarios.
Entre desgracia y Bonacossa
En la reunión de comisión directiva del club del 17 de febrero se resolvió
que Neumeyer y De la Mote se encargaran de los reconocimientos en vuelo
"con el hidroavión de la Armada". El día 20 a 3.600 metros por sobre
el Pico Chileno, circunvalaron sin resultados. Una semana después El CAB decidió
la construcción de un refugio en el Tronador. En la reunión siguiente se dio
cuenta de las primeras donaciones para el refugio (la mayor fue de 500 pesos del
Ferrocarril Sud) y el 19 se celebró una reunión extraordinaria por un pedido
de nueva búsqueda de los italianos desaparecidos formulado por la madre de
Matteoda. En la zona ya estaba la expedición del conde Bonacossa que el 28 de
febrero -con Luis Bamghi y Giusto Gervasutti- escaló por primera vez el Pico
Chileno, desde entonces llamado también Matteoda.
La reunión del primero de marzo del CAB sería histórica: "se crea la
Comisión de Auxilio para casos necesarios y formada por socios especializados
en ventisqueros y alto alpinismo. Se aprueban las condiciones en que actuará:
prestará auxilio y acudirá al sitio solicitado por una persona o grupo que la
necesite cubriendo el Club los gastos que demanden su rápido traslado,
mantenimiento, gastos necesarios de equipos, contratos de peones, pasando luego
la cuenta correspondiente a los interesados".
Ya hacía una semana que el Dr. Neumayer -asistido por el agente consular
italiano Angel Gelain- había retornado a Casa Pangue donde se le reunió
Meiling para la última búsqueda de los italianos. Resultó infructuosa y se
dejó una cruz conmemorativa. Al volver, Neumayer escribió un medular informe
sobre los "Peligros de la Nieve" publicado en Memoria del CAB de 1934.
Curiosidades
•
Trenes en fuga ante el desastre de río abajo
La inundación que frustró la inauguración de la línea férrea del Ferrocarril Sud al Neuquén y obligó la marcha atrás de los festejos, resultó un mal menor: las aguas produjeron el mayor desastre del río Negro.
Cuando el general Roca no pudo
inaugurar la línea en la población bautizada con su nombre, lo prudente fue
emprender la retirada, hacer el banquete repartido en los tres trenes
despachados con los invitados para la ocasión y en todo caso, ya en Buenos
Aires, el presidente instruyera al ministro del interior -el riojano Joaquín V.
González- para alertar la ayuda a los pobladores. El futuro era incierto y
nadie podía sospechar que el desastre que recién comenzaba y parecía lapidar
el futuro ferrocarril, conseguiría, sin embargo, eludir las secuelas del caos
fluvial con éxito básico. El primer año de funcionamiento después de los
diluvios de 1899 -con pueblos, cultivos y planteles ganaderos destruidos-, las
estadísticas demostraron que hasta julio de 1900 se vendieron 5.252 pasajes de
primera clase, 8.621 de segunda y los trenes transportaron 4.965 toneladas de
lana.
Pero los ríos cordilleranos no se darían por vencidos y complicarían las
obras del puente a construirse sobre el río Neuquén, más allá de creerse que
las crecientes se producían a intervalos de 20 años. Se colocó un mareógrafo
en el lugar donde se construiría el puente, cerca de la oficina telegráfica.
En ella se podían recibir datos desde Paso de los Indios, río arriba (Neuquén),
ya que las aguas tardaban entre 24 y 30 horas para llegar a la Confluencia, y
los avisos mandados desde Chos Malal daban 60 horas hasta que los torrentes
inundaran.
Turbulencias de siempre
A 1 año
del desastre, a las 10 de la noche del 12 de julio de 1900, cuando ya el
ferrocarril era un éxito, el telégrafo anunció desde Paso de los Indios que
el río había subido un metro 70 y Chos Malal estaba a punto de inundarse. El
dato salvó los preparativos de la construcción del puente.
Pero en la creciente del "99 hubo poblaciones arrasadas -pocas víctimas
fatales-, pérdidas de ganado y plantaciones, terraplenes y vías inutilizadas.
El desmadre del río Negro fue el peor caos meteorológico de la región en todo
el siglo XIX. La Patagonia entera entró en emergencia porque también sus ríos
de la región Norte bajaron desde la cordillera con furia inusitada. El Colorado
iba a alterarse de manera más caótica una década y media más tarde. Esa vez,
en enero de 1915, el deshielo de un invierno excesivamente nevador como el del año
"14, sobrecargó la laguna Cari Laufquen. La gran presión del agua hizo
estallar el dique natural que en tiempos telúricos obturó un profundo valle
donde, por siglos, lució aquella laguna de altura. Sobrevino otro desastre.
Pero la gran inundación fin de siglo se pareció, en cambio, a otra burla de la
naturaleza contra el progreso valletano. Sucedió cuando se desarrollaba toda
una epopeya civilizadora que había avanzado río arriba -más precisamente a
sus flancos- con el telégrafo y el ferrocarril Sud: la línea vital para las
comunicaciones a cargo del estado, el primero, y el ferrocarril, por concesión,
en manos de empresarios ingleses a un costo de 15 millones de pesos de los
buenos.
Quizás nunca se detalle toda la heroica lucha librada por los pioneros contra
ese flagelo contra su pujanza. Jefes y cuadrillas del telégrafo en carros a
punto de ser arrastrados por la corriente, quienes trataron de reponer lo que
las aguas se llevaban de la línea. Guardahilos que cambiaron el caballo por un
bote y jefes de modestísimas oficinas telegráficas que aguantaban hasta que
los muebles flotaran y entonces recién quitaban la pila y su aparato de punteo
telegráfico. Luego alcanzaban alguna elevación para hacer alguna conexión y
desde una carpa trasmitir las novedades que en realidad el propio río se
encargaba de llevar "a cinco millas por hora". También policías y
funcionarios asumieron roles casi heroicos en los salvatajes. Otras muchas
historias quedaron ignoradas.
Tello a vapor
Ya se
sabe que la cena programada para la inauguración ferroviaria -en el entonces
llamado Fuerte General Roca- fracasó. Los trenes con los invitados que habían
embarcado un día antes en Constitución con el presidente de la Nación, el
general Julio Argentino Roca a la cabeza, apenas llegaron a Chimpay. Allí fue
la inauguración, comida y discursos, a bordo de los trenes. Pronto el viejo
poblado de Roca iba a quedar casi inutilizado -el coronel Jorge Rohde elegiría,
tiempo después, el nuevo emplazamiento- y el desastre seguiría río abajo.
Pero un día antes de la gran cena inaugural, las noticias telegráficas
recogidas por los viajeros en Bahía Blanca hicieron que amenguaran los brindis
que alegraban a los distinguidos pasajeros. Ese día ganó el escepticismo. Roca
no lo sabía aún, pero no se encontraría con el amigo que había elegido para
gobernar Río Negro, el primer civil después de una sucesión de gobernantes
militares. Como habían convenido para el encuentro, el gobernador José Eugenio
Tello había partido de Viedma hacia Roca en medio de la alarma que inspiraba la
inundación.
Embarcado en el pequeño vapor que luchaba con la furiosa correntada del río
Negro ese 31 de mayo de 1899, corriente en contra en demanda de General Roca, el
gobernador Tello, un jujeño a quien la amistad con Roca lo había llevado a la
Patagonia, no imaginaba que la inundación que venía de los Andes lo iba a
poner a prueba como nunca. Ese mismo día los tres trenes que intentaban llegar
a orillas del río Neuquén para inaugurar así la línea, encabezados por
locomotoras embanderadas como la que llevaba a Roca (en la fotografía que
ilustra esta página) al propio presidente de la República Julio A. Roca -al
frente de la tumultuosa pero distinguida comitiva-, se detendrían por el avance
de las aguas que cubría los terraplenes. Tello, que había dejado al frente de
la gobernación a Lindor E. Rodríguez, no imaginaba que pocos días después se
vería obligado a gobernar desde Patagones y más tarde desde Choele Choel.
Nadie imaginaría que el ingeniero asentado en Viedma Eliseo Schieroni, tendría
que diseñar un terraplén preventivo para preservar a Viedma de la inundación.
El almuerzo inaugural del ferrocarril se produjo el 1° de junio en Chimpay,
según La Prensa del 2 de junio. El dato lo confirma la Historia del Ferrocarril
Sud de William Rögind (1937), pero el despacho retrasado que publicó La Nación,
recién el día 3, lleva a la confusión. El título de la nota decía: "El
viaje del Presidente - Banquete en Fortín Uno". En realidad, ya en marcha
de regreso hacia Bahía Blanca, los trenes del festejo frustrado pararon en Fortín
Uno, estación desde donde los periodistas hicieron sus despachos telegráficos.
Según esas crónicas el almuerzo necesitó que alguien (Machado) leyera en cada
tren los discursos de Guillermo White, presidente del directorio del ferrocarril
Sud y del propio Roca (quien evocó su llegada al río Negro 20 años antes),
además del embajador inglés (mister Harrington). Se cantó el Himno Nacional y
el God save the king. Bernabé Láinez brindó -hubo champaña en abundancia-
por el general Mitre "por ser quien remachó el primer riel del ferrocarril
Sud" y el diputado Falcón lo hizo por el vicegobernador bonaerense
Demarchi, presente en la ocasión. El comandante Marambio Catán brindó por
Benjamín Zorrilla, "bajo cuyo ministerio se inició la construcción de la
línea". El embajador inglés evocó su viaje de años atrás a Bahía
Blanca, parte en tren, seguido de un largo galope hasta Pigüé y luego en
carro. Todo había cambiado.
Curiosidades
* Las noticias sobre las inundaciones sureñas del invierno de 1899 casi sepultaron otras que eran de importancia austral. Pero en la página 3 de la edición de La Prensa del 9 de junio de aquel año, se dio cuenta sobre las andanzas patagónicas que acababa de cumplir lord Cavendish . Su expedición trataba de indagar sobre un monstruo austral.
Discordias por el fallo del árbitro inglés
Al adjudicarse los fértiles valles patagónicos a la Argentina se potenciaron las críticas chilenas a su perito, aunque hubo disconformidad a ambos lados de la cordillera
La
noticia sobre el laudo arbitral del rey de Inglaterra -telegrafiada a Buenos
Aires y a Santiago el 21 de Noviembre de 1902-, provocó en sus encumbrados círculos
políticos y sociales distensión y alivio: concluía un conflicto. Pero a la
vez, en esas elites y en ciudadanos comunes se suscitó no poca desazón y
fastidio por lo que repartió la traza. Estallaron las críticas, se
multiplicaron las discusiones y un oleaje de suspicacias y revisionismo sobre lo
actuado por los peritos golpeó en los sólidos murallones de la prudencia. Como
se sabe, las quejas consiguen rápido espacio difusor y en esas capitales
sudamericanas no eran pocos los que alentaban agigantar las disidencias.
Curiosamente no se produjeron alteraciones ni protestas en la frontera patagónica
aunque la maravilla del telégrafo puso casi simultánea e inmediatamente la
novedad en el Alto Valle hasta el lago Nahuel Huapi gracias al telégrafo (en
revisión constante de la línea por jinetes "guardahilos" estatales).
Los galeses de Trevelin, sin embargo, debieron esperar unos días más para los
festejos hasta que un chasqui llegara desde el lago o desde "el Neuquén".
Es que la línea telegráfica entre Nahuel Huapi y Colonia 16 de Octubre estaba
en construcción. Conrado Goitía, el encargado del tendido había partido pocos
meses antes desde Neuquén con 40 carros de materiales y comodidad -a
barquinazos- para el personal transportado. También logró acopio de troncos de
la tala autorizada por el gobierno para que la Isla Victoria aprovisionara los
postes de la línea.
Fraternidad y turismo
La noticia arribada a esas lejanías no sólo no produjo desencanto alguno, sino
que en la incipiente población de San Carlos de Bariloche todo fue algarabía.
La Patagonia entera cobraba una impensada importancia y esperaba el progreso.
Algunos barilochenses , encabezados por Mariano Fosbery jefe del 3ro.
Dolorosos apuntes de lo que el río se llevó
Las inundaciones de 1915 generaron crónicas dramáticas sobre los ríos del norte de la Patagonia y las devastaciones que provocaron para horror de los pioneros que, sin embargo, no se doblegaron.
Las
desbordadas aguas cordilleranas que a través de los siglos produjeron furiosos
aluviones descargados sobre valles patagónicos despoblados con secuelas catastróficas,
lo pueden todo. El asentamiento de audaces ganaderos o esperanzados pastores,
las colonias agrícolas y los poblamientos que inevitablemente siempre anidan
cerca de las aguas, aparecieron en la Patagonia desde fines de siglo XIX. Los
pioneros ignoraban, claro, el horror que no estaba en sus cálculos.
Para los años 1914 y 1915 el sur argentino, extremo de un continente a salvo
del conflicto mundial de aquellos años, pero que no podía dejar de ser tema de
los diarios de la mañana de Buenos Aires, tradicionalmente ajenos a títulos
catástrofe, recurrieron entonces a la tipografía mayor, un despliegue para
seguir los sucesos de la Primera Guerra Mundial.
Desastres nunca anunciados
Que se sepa, simultáneamente nadie se ocupaba de la Corriente del Niño y eran
primitivos los sistemas de anticipación meteorológica. Por eso nadie
sospechaba las inundaciones que se desatarían en el sur argentino. En 1915,
cuando el poblamiento en los valles de los ríos Colorado, Neuquén, Limay,
Negro y Chubut ya era importante, los sucesos del sur no sólo necesitaron de
gran despliegue periodístico, sino que obligó al presidente de la República
Victorino de la Plaza a ocuparse muy especialmente de las inundaciones, no sólo
para socorrer a los damnificados sino para realizar estudios que permitieran
tomar medidas y encauzar las ayudas espontáneas. También el Congreso de la
Nación encaró leyes puntuales respecto de las zonas arrasadas y destinó
fondos que sirvieran para obras adecuadas de prevención y desarrollo regional.
Las inundaciones de 1915 tuvieron dos fases: su catástrofe a partir del
estallido del dique natural de la laguna Carri-Lauquen y los diluvios
posteriores. Aquel fenómeno presionado por incontenibles aluviones
cordilleranos y el gran deshielo veraniego, se desató el 29 de diciembre de
1914 y alcanzó a los primeros pobladores valletanos de los ríos Barrancas y
Colorado en el Año Nuevo del "15. Casi no hubo paréntesis para la segunda
faz de las inundaciones a raíz de las precipitaciones que arreciaron en el otoño.
Si se repasan las crónicas de entonces, se da con detalles escalofriantes. Es
cierto que resulta imposible hallar un informe definitivo sobre víctimas de
aquella catástrofe y las cifras sobre los ahogados y desaparecidos se rescatan
por los diferentes corresponsales. Los gobernadores Elordi y Serrano, de Neuquén
y Río Negro, respectivamente, elevaron memorias al Ministerio del Interior,
pero las cifras no fueron definitivas (Serrano habló de 70 entre muertos y
desaparecidos). A los escritorios gubernamentales de la Casa Rosada también
llegaron noticias y ruegos de auxilio de todo orden porque el clima había
enloquecido y diluviaba en todo el país. El Director de Territorios del
ministerio tampoco pudo pasar un buen fin de año y tuvo reclamos de La Pampa
Central -como se llamaba entonces- y consideraba casi como un desierto. Sin
embargo, el informe decía que el río Salado, con densos caudales, no sólo había
desbordado la laguna Urre-Lauquén (no lejos del hoy Parque Nacional
Lihuel-Calel y de Puelches), sino que en La Copelina se ahogaron el comisario Díaz,
un sargento, gendarmes y vecinos.Aunque fue difícil mantener las vías de
comunicación porque la correntada abatió los postes de parte de las líneas
telegráficas, recomponer la situación a partir de ciertas crónicas compuestas
por los escasos telegramas que arribaban a las redacciones porteñas o a las
oficinas de los funcionarios nacionales, ayuda a darse idea de la situación,
sin dramatizar inútilmente lo que era -de por sí- un gran flagelo natural. Se
puede recomponer el drama de un simple trabajador rural como era Fernando
Esparza, quien en el último día de 1914 conducía 200 chivas hacia
Pichi-Mahuida. Ni siquiera festejó el Año Nuevo porque se echó a dormir
temprano en pleno campo después de comer magramente. No pasó mucho tiempo
hasta que el trueno de las aguas lo despertó para salvarse milagrosamente
aunque abandonó el arreo (apareció semidesnudo en la estación y dijo haber
escuchado voces lejanas de auxilio de quienes seguramente se ahogaron).
La Japonesa no festejó
Simultáneamente por telégrafo y desde Chelforó se pudo saber que ese Año
Nuevo en La Japonesa fue arrasada la oficina de correos y el negocio de José
Yancarlos. La inundación alcanzó una anchura de tres leguas y el torrente
arrancó, aguas abajo, a las balsas del río.
El mismo primer día del año 1915, la súbita inundación aguó la fiesta a la
paisanada del establecimiento Boillat de Santa Nicolasa (junto al Colorado,
aguas abajo de La Japonesa) donde la concurrencia a las carreras de sortija
"fue sorprendida por la creciente" (más tarde se supo que hubo 7
desaparecidos, entre ellos algunos familiares del panadero lugareño). La
información despachada desde Chelforó daba cuenta, además, de la destrucción
de la casa de comercio de Astiasu cuya familia se salvó milagrosamente. También
la correntada arrastró la balsa que servía el cruce frente a Chichinales.
La recorrida que emprendió Félix Higuacol con dos vecinos a lo largo de 10
leguas encontró cinco familias sobrevivientes pero sin ropas ni provisiones, en
un caso con dos bajas en el grupo familiar (desaparecidas). También supieron de
una familia de cinco miembros que arrastró la corriente.
El río Negro también comenzó a desbordarse (foto que ilustra esta página) y
ya el 5 de enero los diarios daban cuenta que en Viedma se temía lo peor. Desde
la castigada ciudad se informaba que el río Ligue seguía creciendo a la altura
de Buena Parada "donde la policía tiene establecida vigilancia y se ha
ordenado que la autoridad haga retirar a pobladores que puedan correr
riesgo".
Los corresponsales aseguraban que "desapareció la Colonial Catriel y
muchos de sus pobladores, además de casas y ganado".
Historias insepultas
También flotaban cadáveres "que no se podían rescatar para darles
sepultura", incluso el de una mujer que fue encontrado frente a
Chichinales.
En la tarde del 3 de enero salieron de Viedma con la intención de llegar hasta
Colonia Catriel el gobernador rionegrino Pedro Antonio Serrano -que dejó como
interino al secretario Carlos Evrot- y su jefe de policía Pérez Colman.
Supieron que el aluvión llegó a las 13 horas de ese mismo día y hubo muchos
ahogados. Todavía faltaban 15 centímetros más de agua para el desborde en
Conesa y Pringles y algo más en Viedma, que agregaba esa amenaza a las
angustias de la crisis económica. En Pichi-Mahuida todas las casas se
derrumbaron con la corriente y para entonces había dos metros sobre las vías
del F.C. Sud en Chelforó. Al día siguiente (4 de enero) el agua sumó siete
metros por sobre el puente del Río Colorado y a Gaviotas llegó de Río
Colorado y Buena Parada, medio centenar de sobrevivientes semidesnudos y
hambreados. Las pérdidas agrícolas y subproductos eran desastrosos si se
piensa que sólo la casa Parodi de Fortín Uno perdió 20.000 pesos en lana.
El jueves 7 de enero el presidente De la Plaza reunió a los ministros de
Interior, Marina, y Obras Públicas. Este último se asistió de su
subsecretario y del director general de irrigación para analizar los perjuicios
por los desbordes fluviales de toda la República.
Serrano navegó a Bahía Blanca pero se varó allí porque no podía compaginar
su viaje por los inconvenientes telegráficos. Allí tuvo varias noticias
importantes para "su" territorio. El 8 de enero se firmó un decreto
para que Río Negro invierta hasta 5000 pesos en la construcción de un camino
entre Bariloche y el Km. 404, punta de rieles del F.C. del Estado que marchaba
(muy lentamente) hacia el lago Nahuel Huapi. Casabal, el subsecretario de
Interior, conferenció telegráficamente con Serrano, quien aprovechó a
requerir 3500 pesos para dar de comer a los damnificados, además de 25 carpas a
poner en Buena Parada y otras 50 en Bahía Blanca consignadas a su orden. ¿El
drama original había sido mitigado?
Chos Malal y la deuda de Lucio V. Mansilla
El general cambió parte de las tierras neuquinas por doble extensión en el Chaco. Las hipotecó, se remataron por falta de pago y quedó con una gran cuenta negativa. Se fue a vivir a París, donde murió (1913), y el Banco Hipotecario las contabilizó en sus pérdidas sólo en 1939. Distintos funcionarios lo protegieron, quizás fascinados por su "glamour".
Los
conocidos orígenes de Chos Malal hablan de pioneros urbanos sin poder
consolidar legalmente su asentamiento. A esa historia pueden contribuir 40 fojas
y una ficha de cartulina (que se reproduce en esta página) de un expediente
rescatado por quien esto escribe. Se trata de un voluminoso saldo deudor por
hipotecas de 1887/8 sobre campos en el Chaco ejecutadas por impagas en 1903. El
remate rindió irrisorio resultado y todo se dio por perdido en 1938. A fines de
los años 60 las actuaciones iban camino del incinerador.
Arcas carcomidas
La deuda, actualizada y con mínimo interés, sumaría hoy millones de dólares.
Nació de dos hipotecas insatisfechas a favor del Banco Hipotecario Nacional y
su deudor era nada menos que Lucio V. Mansilla, propietario de las tierras donde
nació Chos Malal, la primitiva capital neuquina. Mansilla murió en París el 8
de octubre de 1913, hasta los últimos tiempos lúdico y encubierto por el poder
político contra cobradores y demandas judiciales. Era la actitud de quienes le
festejaban el señorío que lo envolvía desde Cepeda y Pavón (y su herida en
el hombro en los campos de Curupaytí), algo que acrecentó en los lances de
honor y de conquista amorosa.
La indolencia del Banco Hipotecario durante los primeros años por cobrarse el
saldo deudor persiguiendo sus otros bienes (la crisis económica derivada del
mal gobierno de Juárez Celman -a quien apoyó-, lo llevó a una quiebra y al
remate de su casa de Belgrano) no alteró el estilo bon vivant de aquel
comandante de Río Cuarto en la juventud, y confiable hombre maduro como
permanente emisario argentino en Europa. Más tarde fue envejecido diplomático
-de galera y viudo pícaro- en misión frente a los estados de Rusia, Hungría,
Austria y Alemania y hasta un sportman de la virilidad a la vista de sus propias
postrimerías (qué otra cosa, al casarse en Londres a los 77 años con Mónica
Torrone de 30 tiernos abriles).
La mácula, gravosa para los dineros públicos, no embarga, claro, la pluma
florida del autor de "Una invasión a los indios Ranqueles" o de
"Entre-Nos". Pero el dato no figura en las "Memorias" que
escribió desde la capital francesa, con empecinada carencia de autocrítica por
la grave falta pecuniaria. El general, diputado y diplomático -y asistente a
los cursos de la Sorbona a los 80 años- remitió esas cuartillas íntimas para
El Diario de Manuel Láinez. Los primeros tramos los publicó el vespertino en
primera página desde el martes 5 de julio de 1904.
Es cierto que este sobrino del general Juan Manuel de Rosas había quebrado,
pero si le debía tanto dinero al Estado Nacional, ¿cómo es que el mismo
Estado le financiará -muy bien asalariado y con viáticos- su persistente
permanencia en Europa de sus últimos años?
Junto al Curi-Leuvú
Todos saben que el deambular capitalino de Neuquén a instancias del coronel
Manuel J. Olascoaga, con el primer y fugaz asentamiento en Ñorquín y luego en
Campana Mahuida, concluyó en Chos Malal el 4 de agosto de 1887 (sobre lo que
abunda el autor Angel Edelman), y saben también que ese asentamiento sobre el
que el Poder Ejecutivo Nacional estableció -el 14 de mayo de 1888- la capital
del Neuquén, reposaba sobre tierras de Mansilla, unas 25.000 hectáreas de las
que cedió 10.000 para el pueblo de Chos Malal, pero a cambio de 20.000 que se
le otorgaron en el Chaco (Mansilla fue gobernador del llamado Chaco Austral)
cerca de "Barranquitas". Estas últimas tierras fueron las que el
general hipotecó y terminaron rematadas por falta de pago.
Las del Neuquén las había escriturado poco antes de que Olascoaga tomara
posesión de Chos Malal. El acto notarial se había consumado en Buenos el 13 de
diciembre de 1887 ante el Escribano General de Gobierno Félix Romero, y los
datos se asentaron en el Registro de la Propiedad al folio 741 del tomo 3 de
Territorios Nacionales, como lote 8 de la fracción D, sección 30 (un informe
dice que fueron 10 leguas kilométricas).
Mansilla o su memoria en amarillentos papeles burocráticos de escrituras
inmobiliarias o hipotecarias, o de los expedientes judiciales, no quedó
desvinculado de Chos Malal. No visitaba el lugar. Tan apartado era, que el
propio gobernador Olascoaga fue encontrado en Santiago de Chile en 1889 por un
directivo del Ferrocarril Sud en donde el coronel le confesó estar en viaje
hacia la capital neuquina: por esa vía -aseguró Olascoaga- se le aliviaba el
viaje.
Para el 22 de setiembre de ese año Mansilla tenía 68, vivía en la calle
Lavalle 137 de Buenos Aires y concurrió ante el escribano Ruiz a suscribir la
segunda escritura que hipotecaba de sus tierras del Chaco por 100.000 pesos -de
los buenísimos- en préstamo que le cedió el Banco Hipotecario (BHN). Ya había
dilapidado 30.000 que el mismo banco le otorgó por escritura del último día
del año anterior.
Estaba en problemas y mucho más lo estuvo en el otoño de 1890 cuando no pagó
un solo peso más al BHN. Su actuación pública, sus misiones en el extranjero,
el crédito literario que le daban sus libros ayudaron a que lo esperaran hasta
1903 cuando se le remataron las tierras hipotecadas del Chaco (el 19 de
noviembre). El resultado, desastroso: Mansilla queda debiendo 219.637,19 pesos.
El juicio por saldo personal que le inicia el BHN con la documentación
pertinente, relega a la foja 6 el escrito de la demanda. La notoriedad del
personaje hace más ridícula la citación por edictos y recién el 8 de octubre
del año siguiente se certifica por actuario que el deudor no ha comparecido.
Dos días se le nombra encumbrado defensor: Nicolás Ruiz Guiñazú. Para
entonces hace menos de tres meses que las memorias de Mansilla remitidas desde
París se publican en la tapa de El Diario, que recién tendría al año
siguiente la competencia de Crítica, otro vespertino que hizo época.
Paralización y artrosis
El expediente administrativo del BHN -en paralelo con el judicial- permaneció
paralizado desde 1905 hasta 1910. De allí en adelante los amigos funcionarios
también protegieron al general. Un informe del 17 de octubre de 1911 en el
expediente del BHN suscripto por Gerardo del Valle induce a tener esperanzas de
recuperar pesos. Dice así: "Señor Jefe. El deudor don Lucio B. Mansilla
se encuentra en Europa hace años -lo que era público-, con ánimo de
permanecer algún tiempo más. Según informes que me han suministrado mis
relaciones, se cree que aún tenga algunos bienes en ésta". Para entonces,
Mansilla culmina sus cursos en la Sorbona. Veterano de las noches de "farra
y de champaña", cae ese año "postrado por la artrosis y comienza a
perder la vista" (según Alberto Perrone en su nota a la última edición
de las "Memorias" y que abrevó en la biografía de Enrique Popolizio
-Pomaire 1885).
El general murió durante un anochecer otoñal parisino. Fue el año anterior a
la Gran Guerra que Mansilla vaticinó en 1906 por divulgar lo leído en el
folleto alemán que transcribió el Daily News de Londres. La deuda caería en
el olvido por más de una década, pero el BHN supo en 1926 de las tierras del
Neuquén que le pertenecían. Ya había sucursal del BHN en la capital neuquina
y se mandaría un tasador (la burocracia es un entretenimiento infinito).
A la pesca de anécdotas veraces y truchas
En enero de 1903 -cuando se intentaba el traslado de la capital neuquina- el Ministerio de Agricultura decidió sembrar con salmónidos la zona lacustre andina en aras de la alimentación regional, mientras el perito Moreno proponía explotar los bosques.
Truchas pescadas en 1914 por la comisión Bailey Willis
Hace un siglo no existía la
secretaría de Medio Ambiente ni los movimientos ecologistas para la preservación
de lo provisto por la naturaleza.
Sin guardabosques y guardafaunas a la vista, tampoco estaba prohibido tentarse
con la apropiación de lo que se reproduce generosamente sobre el planeta, algo
aún menos censurable en un país entonces espacioso, despoblado y urgido en
explotar la renovable exuberancia de sus comarcas. La idea vigente, entonces,
era una mixtura resultante del concepto de Rousseau sobre la influencia del
clima en los grupos humanos, aún cruzada con la apocalíptica teoría de
Malthus y sumada al "dejar hacer" heredado de los fisiócratas.
El ministerio de Agricultura tenía destacado algún agente forestal de su
Oficina de Bosques y Yerbales, que en la cordillera cuidaba las fajas boscosas
fiscales a los efectos de controlar su aserramiento autorizado y cobrar tasas
que daban entre 3 y 4 mil pesos anuales al fisco.
Lo superaban los derechos de pasturas en tierras fiscales (en 1914 la Patagonia
rindió en ese rubro 200.000 pesos a razón de 50 centavos de cabeza de ganado
mayor y 10 el menor).
Las rozas de fuego de quienes querían provocar futuros espacios agrícolas o
ganaderos eran controladas, y las clandestinas servían para las denuncias o
para la crítica de los expertos, como lo dejó consignado el botánico Max
Rothkugel ("Los bosques patagónicos", 1916) y denunció los incendios
intencionales.
Uno en Blest que "se originó cerca de la casa del yerno del señor
Eggers" y sucedió cuando Theodore Roosevelt pasó por el lugar y lamentó
la humareda que tronchaba tanta belleza.
También el botánico -que trabajó en paralelo de la comisión Bailey Willis-,
habló de los conflictos familiares en ese confín que atentaban contra el
bosque o los que entre Nahuel Huapi y Traful parecían provocados el
norteamericano Jones y el uruguayo Rickert, quienes, según Rothkugel eran
vecinos que se inculpaban mutuamente pero que era "voz corriente en
Bariloche" que estaban en entendimiento y procedían así para alternarse
en el rodeo de algunos orejanos.
Opinión y duelo del perito
El 2 de febrero de 1903, súbitamente, el perito Francisco P. Moreno reapareció
en Buenos Aires, cuando el plan era comenzar en el cerro Palique -justamente el
día anterior- la demarcación y colocación de hitos junto con el árbitro inglés
Holdich. La fatalidad que había perseguido a Moreno en los últimos años desde
la muerte por tifus de su esposa María Ana Varela (en Santiago de Chile, el 1°
de junio de 1897) acababa de golpearlo, curiosamente, también Chile. Estaba en
Punta Arenas cuando recibió la noticia de la muerte de su hijita Juana María,
se embarcó sin demora y una calesa en Buenos Aires lo llevó desde la planchada
hasta su quinta de la calle Caseros.
Los periodistas lo esperaban porque Moreno traía detalles preciosos sobre la búsqueda
y capturas de los presos evadidos de la Isla de los Estados, pero un fragmento
de la charla -que también viene al caso sobre la explotación de los recursos
naturales de la Patagonia- vale la pena reproducirlo. "¿No cree usted
-preguntó el periodista- que ha llegado el momento de pensar en colonizar esos
territorios?". Y agregó que "por la actitud que tomó el doctor
Moreno antes de contestarnos, vimos que tocábamos su cuerda más sensible. Ya
lo creo -contestó Moreno-, cuando se pueble la Patagonia habremos hecho más
que incorporar una provincia nueva a la república: habremos creado una poderosa
nación llena de vida y de riquezas en la cual hay campo y elementos para más
de un pueblo; para toda la raza viril y poderosa. Lo único que hace falta son vías
de comunicaciones rápidas y buenas, baratas y bien servidas, aseveró. Pero ya
el ministro de Obras Públicas -observó el cronista- tiene en preparación un
proyecto de ley que acaso será tratado este mismo año, disponiendo la
construcción de un ferrocarril entre San Antonio y Junín de los Andes pasando
por Nahuel Huapi que usted mismo ha prestigiado...".
Contestó Moreno: "Felicito al Dr. Civit (el ministro aludido). Es una idea
de la más alta importancia cuyos beneficios se recogerán enseguida. Porque ha
de saber usted -agregó- que en la Patagonia todo está listo para ser
explotado, desde la riquísima madera de sus bosques hasta las producciones de
sus minas, tan buenas como las mejores y las más célebres de la Tierra".
Tras el duelo, Moreno volvería a hacerse cargo del Museo de la Plata.
Incubar es poblar
En esos primeros días de 1903 precisamente, el gobierno argentino contrató a
John W. Titcomb, jefe de la División Piscicultura del Bureau Fhiseries de los
Estados Unidos para que estudiara las aguas de la región andina patagónica y
así aconsejara la cría de peces que correspondiera a cada zona para seguir con
las demás del país (incluyó hasta la laguna de Chascomús). El científico
pasó 9 meses de recorridas y en medio de su trabajo encargó el plantel de
futuros salmónidos por el que, desde el puerto de Nueva York, salieron
1.205.700 embriones de cuatro clases diferentes embarcados el 19 de enero de
1904. Siguieron en alargada travesía hasta Buenos Aires y desde Constitución
en tren hasta la estación Neuquén (meses antes del traslado capitalino) y en
carros hasta Nahuel Huapi (tramo cruzado en tiempo récord) adonde llegaron el 4
de marzo de 1904.
Cuatro meses después -exactamente el 4 de julio- el vespertino El Diario que
publicaba habitualmente las colaboraciones de Clemente Onelli, incluyó un
informe oficial del piscicultor Titcomb a Agricultura. Apareció bajo el título
"Piscicultura, truchas y salmones en el Nahuel Huapi". Decía Titcomb:
"Mientras tenía en preparación mi informe elevado a esa división (por el
buró nativo de Agricultura) el 1° de marzo próximo pasado en el que
recomendaba la introducción de varias especie de salmónidos, se había
dispuesto ya la importación de huevos de cuatro de esas especies, los que
donados por los Estados Unidos mediante la cortesía del comisionado de
"Peces y Pesquerías", el honorario Jorge U. Bowers, se hallaban ya en
esa fecha en viaje desde Nueva York a Buenos Aires, vía Inglaterra. Me complace
hacer saber a usted que esos huevos llegaron hasta los criaderos previamente
preparados en Nahuel Huapi (no dice que construidos con la inestimable ayuda del
vaquero Jarred Jones), en excelentes condiciones de conservación y con una pérdida
que no alcanzó al 10 por ciento, resultado que para la historia del cultivo de
pesca, debe considerarse como el mejor obtenido hasta la fecha en materia de
transporte de huevos".
La nota señaló que los embriones salieron en pleno invierno desde los Estados
Unidos, para cruzar el tórrido Ecuador y atravesar en Neuquén las "100
leguas de cálidos arenales, siendo incubados durante la estación más calurosa
y opuesta a aquella en que hubieran incubado en sus condiciones naturales".
Titcomb atribuye el éxito a los cuidados del piscicultor E. A, Tulián durante
el viaje, muchas veces dentro de las cámaras frigoríficas en que venían los
huevos. Una proeza.
Cómo abortó la fuga de presos y asalto al banco
El descubrimiento del plan de evasión de 1905 en la primera cárcel de Neuquén, evitó crímenes y el robo a la sucursal del Banco Nación. Su gerente tuvo diferencias con el gobernador.El plan de fuga del bandolero Benavídez con sus cómplices del presidio -y apoyo externo- mantuvo su fecha: el lunes 18 de diciembre de 1905. Al cabecilla le llegaban mensajes que respondía a través de la cuadrilla de presos menos peligrosos sacados para trabajos urbanos. El principal cómplice externo, Darío Zabala, bandido y ex presidiario en libertad, consiguió la tropilla que aguardaría en el cementerio con él a la cabeza. Compró en Linares y Cía. dos llaves para los candados que Benavídez necesitaba liberar para la fuga. El juez de paz suplente José Bruguera, su defensor en una causa de extradición de la que Abel Chaneton fue fiscal "ad hoc", consiguió las pertenencias confiscadas a Benavídez -un cuchillo y un revólver- y se las entregó a Zabala. Así Bruguera pasó a ser un cómplice que además traficaba mensajes.
Zabala consiguió la "changa" como peón albañil en el Banco Nación, sucursal a asaltar tras la fuga. Levantó un plano perfecto con la ubicación de la caja de hierro y datos importantes: a 250 metros distaba la comisaria y lindaban con el banco el hogar del jefe de policía, el juzgado de paz, la casa del juez y la del secretario letrado.
Fracaso en la noche
El plano lo escondió Cipriana Gatica. Tres puñales, varios revólveres, un Winchester y 200 tiros de Remington, los ocultaron otras cómplices: Sinforosa Robles, Teresa Hillot y Gregoria Moraga. El único que sospechó fue algo el husmeador comisario Taylor.
Benavídez repasó los pasos del 18: abrir los candados, degollar a su odiado celador Arturo Pérez, fugarse con sus cómplices, asaltar al banco y, finalmente, galopar sin respiro con la tropilla para cumplir otra venganza: asesinar a los Gómez de Ñorquín, causantes de sus últimas penurias. Le ingresaron alentadores envíos de Zabala: el recuperado cuchillo, un zuncho, las llaves y este mensaje: "Te mando 50 pesos. Todo listo, soy buen amigo. Hago economías".
El plan fracasó la noche del 12 al 13 de diciembre de 1905, cinco días antes de lo previsto. Al parecer fue interceptado un mensaje vía Zabala destinado al defensor. "Bruguera -rogaba- prométeme ayudarme hasta último momento" y que "En cuanto a Chaneton, lo
arreglaré yo". Esos textos, reproducidos por La Prensa, decían que "el señor Chaneton ha intervenido en la causa de extradición como fiscal ad hoc". ¿Cómo arreglaría Benavídez el incógnito asunto Chaneton? ¿Es que Chaneton ya corría peligro de vida una docena de años antes del episodio que lo abatiera en 1917?
Darío Zabala, pivote del cabecilla -también chileno como todos los cómplices a excepción del Bruguera-, fue apresado y confesó todo. En cambio Benavídez sentenció: "Es inútil. No les diré nada. Mátenme si quieren". Se le confiscó un cuchillo, un zuncho de barril, dos llaves, una cadena de oro, un billete de 50 pesos cortado en 24 partes y la carta del reciente envío de Zabala. Los presidiarios cómplices, Medina, Roco y Molina negaron el plan de fuga.
"Del sumario que instruye la policía sobre el conato de evasión de presos de que di cuenta, se desprenden gravísimos cargos contra el juez de paz suplente de la capital señor José Bruguera, defensor del bandolero Benavídez ...", publicó La Prensa del 15 de diciembre, que reclamó una cárcel segura y esposas y grilletes para los condenados.
El jefe de policía J. Rodríguez Spuch halló enterradas en casa de Zabala, cartas valiosas para el sumario. El sabueso Taylor descubrió el depósito de armas.
La tropilla policial
El suceso carcelario tuvo varias secuelas: sumarios, recargos de condena y el encausamiento de Bruguera. El gobernador Bouquet Roldán fue autorizado a comprar 40 caballos y el ministro del Interior extendió la medida en beneficio de las mal equipadas policías territoriales. El gerente de la sucursal, S. Hernández, elevó la nota del 15 de diciembre al "Presidente del Banco de la N. Argentina" R. Santamarina. Explicó que la fuga tronchada "en la madrugada del 13 del corriente" tuvo por objetivo asaltar al banco. Agregó que la cárcel tenía 80 penados y su custodia 35 conscriptos. Era el tercer intento de fuga y "han sido tomados presos siete individuos..." además de las armas, municiones "y un plano de la casa donde está instalado el Banco". Señalaba que la sucursal "no tiene seguridad de ninguna clase como lo ha visto el Sr. inspector Rosés".
Tanto le habían pedido los gobernadores al ministerio del Interior la instalación de un Banco, que la nota del gerente del Neuquén fue pasada al ministro de Hacienda José A. Terry. Este ofició a Interior y de allí se pidió un informe al gobernador Bouquet Roldán (expediente 7570, legajo 35, de 1905, Sala X del Archivo Gral. de la Nación).
La caligrafía de la contestación de Bouquet Roldán (firmaba también E. Talero) pertenece a Emilio Rodríguez Iturbide, como lo fueron todas las notas de gobierno en dos de los tres mandatos de Eduardo Elordi). Está fechada el 9 de enero de 1906 y descalifica argumentos del gerente del banco, ya que, la suble
vación preparada "por varios criminales alentados por la absoluta inseguridad de los galpones de zinc galvanizado en que se alojan, mientras el Superior Gobierno ordena la construcción de una Cárcel que responda a las necesidades del Territorio...no ha tenido por principal objeto el ataque al Banco como dicho empleado afirma. Alentaba el reemplazo de aquella cárcel para 60 presidiarios pero que alojaba 96, número que "el corriente mes de feria aumentará notablemente...y la probabilidad de que los fuertes calores reinantes desarrollen, por razón del hacinamiento, alguna epidemia que sería fatal".
El caso Villa Mercedes
Bouquet Roldán admitía que el plan incluía "atacar el Banco y algunas casas de negocio" para proveerse de dinero, ropas y más armas. Aclaraba que la sucursal estaba en una "casa común construida para habitación de familia" de material cocido y una cerca del mismo material con verja al frente que da a la calle". Para Bouquet Roldán bastaba con un sereno por las noches, "que respondiese de por sí y eficazmente a un caso remoto e improbable". Para una custodia, el gobernador exageraba para desestimar los reclamos del gerente bancario: 4 o 6 hombres y relevos cada 24 horas. Es decir, una cantidad de policías "con que una comisaría tiene que atender todo un Departamento del Territorio". Pedía prioridad para la cárcel, dotándola por lo menos de "una muralla de circunvalación" y ampliar sus instalaciones.
Pero 21 días antes de esta nota elevada por el gobernador, había sido asaltada la sucursal del Banco Nación de Villa Mercedes (el 19 de diciembre, es decir, un día después del planeado para el asalto en Neuquén). Después de Navidad -el 27-, el presidente del banco, R. Santamarina, debió requerir al ministro del Interior (expediente 153 del año 1906) "se establezca una vigilancia permanente en las sucursales que este Banco tiene establecidas en los Territorios Nacionales", detallándole las carencias y "el completo desamparo" en que se hallaban, aludiendo al suceso "que ha tenido lugar recientemente en la Sucursal Mercedes (San Luis) y otros hechos análogos". El 12 de enero el ministerio despachó una circular a los gobernadores de los 4 territorios patagónicos y a los de La Pampa, Chaco, Formosa y Misiones La única respuesta hallada en archivos y que cumplió el pedido del ministro, está fechada en Rawson el 3 de marzo de 1906, en el expediente 1652, legajo 8, del ministerio respectivo. La firmó Julio B. Lezana, aquél gobernador del Chubut que en una gira por "las cordilleras" bailó con Etta Place, la audaz integrante de la banda que asaltó la sucursal de Villa Mercedes.
Curiosidades
• Captura de Asencio Brunel. La Prensa del 28 de octubre de 1903 publicó un telegrama despachado el día anterior desde la Colonia 16 de Octubre, Chubut, dando cuenta de la captura del famoso "cuatrero" Asencio Brunel (otros diarios le acusaban de delitos más graves), que "desde quince años atrás tenía atemorizados a los pacíficos habitantes de la Patagonia con los robos de hacienda que se le atribuyen"
• Antecedentes de un bandido. Según la misma publicación, Brunel estaba en las inmediaciones de donde fue capturado pero la nieve caía sobre sus huellas y el meteoro despistaba a la policía. Sin embargo, una batida consiguió "hacer salir a Brunel del monte con el caballo cansado" Se había fugado de la cárcel de Rawson en 1895 y de otras cárceles del sur. Declaró que los 3 compañeros con los que llegó de Santa Cruz siguen hacia Nahuel Huapi. Con ese dato se alertó a las magras policías de Ñorquincó, Cholila y Nahuel Huapi.
• Proselitismo bancario. El gerente del Banco de la Nación (sucursal Trelew), señor Howard, recorre varias poblaciones para hacer conocer a los pobladores la existencia de la sucursal (La Prensa, 27 de octubre de 1903).
• Elogios para Beovide. En esta semana de hace un siglo, la región de Nahuel Huapi y adyacencias suscribieron adhesiones al juez Eduardo Beovide, contrariando las acusaciones que se le habían hecho por una actuación judicial En Paso Limay, por ejemplo (según La Prensa del sábado 24 de octubre de 1903), un grupo de vecinos firmó una nota apoyando al juez "en términos honrosos", señaló el matutino.
• Roca rionegrina. Los vecinos de General Roca dirigieron un telegrama al homónimo presidente de la República pidiéndole decrete que "esta colonia pase a depender de la gobernación de Río Negro".